Buenos Aires, mayo 9 de 1811.

Mi amado Moreno de mi corazón, me alegraré que estés bueno, toda la familia queda buena, pero yo penando siempre con los dientes, y el dolor en las costillas, que unos días más, otros menos, me mortifica mucho, y algunas veces me hace desconfiar de volverte a ver; esta memoria me deja sin sentidos, de pensar morirme, desamparada de mi Moreno, del único consuelo que tengo, del único padre, y del marido más querido de su mujer, y de dejar a mi Marianito, por el que te pido me hagas llevar si no se te sigue perjuicio, que yo iré gustosa aunque pase dos mil trabajos, porque como yo no aspiro más que a estar a tu lado, servirte, cuidarte, y quererte cada día más de lo mucho que te quiero, toda mi felicidad se funda en que vivas; y yo a tu lado, y así, día y noche, te encomiendo a Dios, para que te dé muchos años de vida, y nos veamos pronto; no me consuela otra cosa más que cuando me acuerdo las promesas que me hiciste los últimos días antes de tu salida, de no olvidarte de mí, de tratar de volver pronto, de quererme siempre, de serme fiel, porque a la hora que empieces a querer a alguna inglesa adiós Mariquita, ya no será ella la que ocupe ni un instante tu corazón, y yo estaré llorando como estoy, y sufriendo tu separación que me parece la muerte, expuesta a la cólera de nuestros enemigos, y vos divertido, y encantado, con tu inglesa; si tal caso sucede, como me parece que sucederá, tendré que irme aunque no quieras, para estorbarte; pero para no martirizarme más con estas cosas, haré de cuenta que he soñado, y no te me enojes de estas zonceras que te digo: 
La negra Francisca se ha libertado, he tenido una gran fortuna porque pensé tener perdidos los 350 porque no había quien la compre por ese empeine de la cara; me parece que en el mismo barco que te escribo con fecha 1 de mayo, va ésta, por mano del inglés que vive en lo de tu abuela; te escribo esa de 1 y otra esquelita que por no perder ocasión te escribí la noche del 4, que estando tu madre aquí trajeron de casa dos cartas y las cerré, y con ella misma las mandé a lo de tu abuela para que las dé al inglés, y al otro día fue tu madre y las abrió pensando que fuesen algunas cartas anónimas y te diesen un mal rato y viendo que no eran lo que pensaba las volvió a cerrar y después me avisó, ésta te escribo por mano de Lasala que vino antes de ayer a avisarme que pasado mañana salía un barco y que le mande la carta a su casa, yo no pierdo ocasión y si hubiera todos los días también lo haría, y vos hacé lo mismo porque a mí no me queda otro consuelo; quisiera escribirte cada día, con ésta van siete cartas y una esquela, y yo hasta ahora no he recibido ninguna tuya, y ya hace tres meses 17 días que te fuiste, por Dios Moreno escríbime a menudo y date un lugarcito para leer mis cartas, aunque disparatadas, y no las tires sin leerlas, acordate de tu Mariquita que te quiere más que a sí misma y sobre todo lo que hay en el mundo; nuestro Marianito está muy mejor del empeine que tenía en la cabeza; se le hizo un nacido allí mismo y le ha reventado, con eso se le ha quitado el empeine, ya sigue en la escuela de donde lo retiré por las evacuaciones y desgano de comer; que los médicos Argerich y Capdevila decían que tenía lombrices por haber echado una pocos días después de tu salida, de balde fueron botellas de quina en vino con ajenjo, lo cierto es que mi hijo ha sanado con emplastos y remedios caseros, ahora come bien, está de buen semblante, y repuesto pero muy regalón conmigo, me hace cuco con su vida y me dice, si me muero yo veré quien la consuela ahora que no está mi padre, y me dice tantas cosas de éstas que cada día me engaña más, no puedo estar sin él porque si entra adentro ya me parece que se rompe la cabeza, una pierna y se me desgracia; el consuelo que tengo en mi soledad y no quisiera que fuera ni a casa por no perderlo de vista; lo mando porque se divierte, y porque tu madre, aunque viene todas las noches, no le gusta que pasen días sin ir Mariano a su casa; tu madre y las muchachas me acompañan mucho, Micaela y la Marcela no quieren que esté triste ni llore, Micaela se viene junto a mí y me empieza a embromar, y busca medios para distraerme, de suerte que muchas veces me desahogo las noches en mi cama porque hasta ahora no se pasa una sin soñar con vos; algunas me despierta Micaela de las pesadillas que me dan, lo que apago la vela y miro por todos lados y no te encuentro me parece que estoy desterrada, me veo sola, digo sola porque aunque duerme Marianito, Micaela y la negra en el aposento estoy sola siempre, porque tu lugar nadie lo ocupa ni quien me alegrara como vos; cuando estaré a tu lado, ay mi Moreno de mi corazón, no tengo vida sin vos, se fue mi alma y este cuerpo sin alma no puede vivir y si quieres que viva venite pronto, o mandame llevar. El cuarto lo alquilé a un inglés para almacén y había sido ladrón, lo prendieron a los ocho días, y me han venido a tomar declaración, si conocía al inglés, yo declaré que no, como que no lo conozco, y todas aquellas preguntas que se hacen, a las que respondí que después de preguntarle para qué lo quería me dijo que para almacén, le di la llave, me han sacado recibo para entregarme la llave, yo me veo en esta cosa que ni había soñado porque ya vos me conoces que no soy para eso: ahí tienes esa Gaceta, Oliden ya salió de la prisión, pero los demás siguen presos; de Chuquisaca lo manda Castelli a Delgadillo diciendo que hace falta aquí; recibe memorias de tu madre, tus hermanas, Marianito, la Marcela y dáselas también a Manuel; tu mujer que te adora y verte cuanto antes desea

María Guadalupe Moreno.

P. D. Chorroarín mandó por un recibo, que dice debía haberte dado Azcuénaga, de un dinero que le entregaste, y unos libros en blanco que dio Vidal de donativo; yo le respondí que no había nada en casa; de fuera, mi madre y Panchita te mandan muchas memorias y adiós mi Moreno.



Publicado en Williams Álzaga, Enrique, Cartas que nunca llegaron, Buenos Aires, editorial Emecé, 1967 



Nota: La primera carta, correspondiente al 14 de marzo de 1811, fue transcripta respetando la escritura original de María Guadalupe Moreno. Para facilitar su lectura, las demás cartas fueron editadas por Enrique Williams Álzaga.


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