Barcelona, Edicomunicación, 1995
Traducción de Enrique Campbell


Es sabido que De profundis es una extensa carta que Oscar Wilde escribió desde la cárcel a su amigo íntimo Alfred Douglas. El mismo que, de una forma u otra, lo llevó al presidio. Entre tanto regaño, está el hecho de haber usufructuado su fama, su prestigio y su dinero sin dar nada a cambio.
Wilde distingue a esta a carta de otras tantas que le envió. La publicación que hizo el malo de Alfred de aquellas se constituye en la piedra de toque de este rosario de reproches que el poeta le hace en una segunda persona marcadísima. Pero, también le dice, desea que esta carta sí sea puesta a la vista de todos. De alguna manera, por el ánimo de Alfred y las innumerables ediciones económicas de De profundis, ese deseo se cumplió.
Como siempre, aun en esta confesión por despecho, rencor y pena, hay exhibición. Y quizá, en ese regodeo del dolor a todas luces, como Cristo en el Calvario, se monte su propia redención.
La carta se publicó cinco años después de la muerte de su autor, en 1905.

Estaba convencido de que, aun cuando tu antigua inclinación hacia mí, tus frecuentes protestas de amor, las innumerables ocasiones en que mi amistad hubo de ampararte siendo tan mal recompensada luego; las mil deudas de gratitud que tenías conmigo, aun cuando todo esto no significara nada para ti, el deber estricto y verdadero que imponen las relaciones de hombre a hombre bastaba para hacerte escribir.  

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