Buenos Aires, Caymi, 1968

En los tiempos de las cartas, los secretarios abundaron como un manual de usuario de misivas. Éstos tenían una estrategia basada, fundamentalmente, en la reproducción: muchos y muchos ejemplos ordenados por tipos. Por lo general, se trataban de manuales de correspondencia administrativa para secretarios/as, valga la redundancia.

Pero no sólo para la producción de cartas de índole administrativo se produjo cierta bibliografía preceptiva sobre la correspondencia. También para el orden íntimo, amoroso, se editó una profusa cantidad de manuales. Uno de éstos fue El corresponsal moderno , que ya en el prólogo exhibe una somera teoría de la misiva amorosa: «Cuando dos enamorados están lejos el uno del otro o por cualquier otra razón se hallan imposibilitados de verse personalmente, deben recurrir a la vía epistolar para comunicarse. (…)Una carta de amor, es un canto y por ello, en la misma no deben recurrirse a ninguna expresión que podrá ser muy literaria, pero, no expresión sincera de la adoración que se siente por la persona amada, aquella destinataria de la epístola.» Luego, el libro se basa en una serie tipos de cartas amorosas, encabezadas por pequeños títulos, que orientan la elección: Carta a una mujer, pidiéndole ratificación de su amor; Carta de un corredor de comercio a su novio; Carta explicando una demora, etc.

Al leerlo, uno encuentra que resultaría difícil aplicar dichas cartas a tipos textuales , ya que se tratan más bien de micro-historias ligadas al arte amoroso. El uso práctico por parte de los lectores necesitados de instrucciones para este tipo de relación epistolar está alejado. Parece más próximo a un entretenido tipo de relato ficcional, construido a partir de la matriz epistolar.

Carta a un novio, con reproches

Buenos Aires, …………………………………….


Querido Beto:


Hace una semana que no se te ve por casa. Entiendo que «tus muchas ocupaciones» te impiden venir y espero que esas «muchas ocupaciones» no tenga polleras.
A ver si me resultás, de acuerdo con lo que dice mi vecina, a quien conté que hacía mucho no te veía, ser como todos los hombres.
Te quiere,


Lala.

Respuesta

Queridísima Lala:


Con verdadera angustia he recibido tu carta, corta, pero, constituyendo un reproche desde la primera hasta la última palabra.


Lala mía:


Parece que no recordás que soy un hombre de armas y por lo tanto sujeto a una disciplina que no admite rupturas. Prácticamente estamos acuartelados y en la semana, la única salida que tuve, la aproveché para volar hasta tu casa. Tenía seis horas de permiso para estar a tu lado, tomé taxímetro desde ésta hasta Buenos Aires, pero, al llegar, no había nadie en tu casa. La «buena vecina» que te calienta la cabeza me informó que habías ido al cine con tu familia, pero, no sabía a cual sala.
Como el tiempo volaba y tenía que volver al cuartel, le pedí que te dijera que mi presencia allí se debía a mis ansias de verte y por carta caigo en la cuenta que esa gran chismosa no te dijo absolutamente nada. ¡Solterona fea y basta!
Disculpo pues tu carta, ya que al ignorar que te fui a ver en la única oportunidad que tuve, debes haber creído que no tenía interés en hacerlo, cuando en realidad, me muero por besar tus ojos y tu boquita y sentir sobre mi cara la dulzura de tus manos.
Desesperado por verte, te manda muchos besos, tu enamorado,


Beto

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