Buenos Aires, Salim Ediciones, 2011
Sobre El sabueso de los Baskerville,
muchos dicen que se trata de la mejor novela de la saga protagonizada
por el más famoso de los investigadores de la literatura, Sherlock
Holmes. Una curiosidad de la obra es que su escritura se corresponde
con un tiempo histórico posterior al fallecimiento del personaje, que
había muerto en un relato previo, El problema final.
La trama, acá, se basa en una leyenda oscura sobre la familia de los
Baskerville, sobre la cual pesa una maldición por pecados de la sangre
de los antepasados. Charles Baskerville ha muerto de una muerte
supuestamente natural y su heredero más próximo es Henry, quien debe
viajar desde Estados Unidos a Inglaterra para hacerse acreedor de los
bienes. Cuando arriba, lo recibe una carta anónima, de esas
interesantes amenazas con letras recortadas de los diarios y las
revistas. A partir de allí comienza su intervención el célebre
detective y su fiel ayudante: ese mensaje intimidante es la primera
pista para la pesquisa que lleva adelante el héroe, la búsqueda del
diario que brindó la materia prima.
Las piezas epistolares en la novela son de lo más heterogénea por su
propia morfología pero también, y fundamentalmente, por la función que
cumplen en la propia novela: hay telegramas que son, más bien, un
registro no tanto del mensaje sino de la presencia (o no) del
destinatario; hay largas cartas a Holmes de parte de Watson,
anoticiándole de los sucesos que se dan en el páramo, marco ideal para
el desarrollo de la trama (Holmes, supuestamente, no se encontraba en el
teatro de los acontecimientos durante la investigación), que
constituyen así la narración en sí de la novela; están los restos de
una carta casi calcinada que sólo conserva la cola del mensaje y las
siglas de su autora, L. L., que son uno de los indicios más fuertes que
irán armando el rompecabezas de quién fue y por qué el que tomó la
leyenda para sí y así lograr cosas más mundanas que las maldiciones
esotéricas.
Las cartas, más allá de lo que dicen, son lo que son.
(M. N.)
Mansión de los Baskerville, 15 de octubre
Mi querido Holmes:
Aunque durante los primeros días de mi misión
no hubiera demasiadas noticias, usted ahora reconocerá que estoy
recuperando el tiempo perdido y que los acontecimientos se suceden sin
interrupción. En mi último informe concluí con la descripción del
hallazgo de Barrymore en la ventana y ahora tengo ya una excelente
segunda parte que, si no estoy muy equivocado, le sorprenderá bastante.
Los acontecimientos han tomado un sesgo que yo no podía prever. En
ciertos aspectos, las cosas se han aclarado mucho durante las últimas
cuarenta y ocho horas y en otros se han complicado todavía más. Pero
voy a contárselo todo, y así podrá juzgar por sí mismo.