Buenos Aires, editorial Emecé, 2002
Raymond Chandler, al parecer, ha escrito miles de cartas.
Muchas de ellas se han publicado en este libro, con una edición cuidada
en donde Tom Hiney y Frank MacShane metieron mano. Esto significa que
las cartas fueron seleccionadas y, a su vez, no se transcriben en su
integridad sino lo que los editores consideraron relevante para el
libro. La traducción al castellano es de César Aira.
Chandler dictaba sus cartas a un grabador y su secretaria,
al día siguiente, las transcribía. En general, son remitidas a agentes
literarios, editores, admiradores y colegas. No hay amigos y el trato
se vuelve más humano sólo al final del libro, al morir Cissy, su esposa
de toda la vida. Salvo eso, Chandler habla sin parar de dinero y se
desboca con libros o films que le repugnan.
Carta a Deirdre Gartrell,
8 de mayo de 1957.
¿Puedo comentar el hecho de que en ninguna de las cartas que me ha
mandado me ha dicho nunca nada sobre algo que estuviera fuera de sus
pensamientos? Nunca me ha descripto su cuarto, su universidad, el
edificio, la ciudad, la atmósfera, el clima, qué clase de lugar es
Armidale. Quizá usted piense que esto no es importante, pero para mí
indica un estado de ánimo; un estado de ánimo que debe de ser
desdichado. (…)