Jalapa, Ver. 12  de octubre de1949

Adorada mujercita:


No sabes de qué modo tan raro te extraño a ti y a ese pedacito de ti igual de travieso a ti, que está allí contigo y que los dos queremos tanto. 
Aquí solamente hay niebla, mucha oscuridad y niebla vuelta con lluvia. Esa llovizna que tú conociste. Por las noches deja de llover agua, pero siguen lloviendo recuerdos dentro del corazón de uno y el amor se vuelve loco porque no encuentra por ningún lado a la mujercita amorosa y tan amada. 
Clara Aparicio, nos seguimos sacrificando en vano y por cosas que no son nuestras y que no tienen nada que ver con nosotros y con nuestra vida. Eso te digo a cada rato aquí, cuando me suelto hablando solo, y de pura desesperación, y cuando siento otra vez el frío de aquella soledad de la cual me creí separar por fin cuando te encontré; y después cuando supe el calor de tu cariño. Entonces, como si los días no fueran de 
nosotros, como si nada tuviéramos, así me siento de desterrado y triste. 
A veces pienso que el diablo es más benigno que los hombres, porque al menos sabemos que todo lo que puede ser bueno lo quita, pero los hombres, creyendo que están dando algo, aparentando estar dando algo, nos quitan lo mejor que tenemos. Eso pasa con los señores de la Euzkadi, creen que pan y la leche que comemos vale más, mucho más caro, que la pobre tranquilidad que estamos necesitando, y sobre esto están exigiendo más cada día, como si uno les perteneciera por entero, como si uno fuera la masa con que amasan sus negocios. 
Me dan ganas de decir muchas barbaridades en contra de ellos, por todo el mal que le han hecho a uno por la sacrosanta utilidad de la Industria, que todo lo que nos hace ganar es perdiendo el poco valor humano que nos quedaba y que habíamos defendido tanto. 
Pero ésta ya es otra página, es la vuelta de la hoja y quiero olvidarme aunque sea un momento de ellos, de los malos recuerdos. 
Ahora desearía estar contigo, junto al calorcito de tu corazón, que es el único remedio que me queda. Poder abrazar a Claudia, porque, aunque tú no creas, la quiero rete mucho, de un modo especial. Y también porque es la única que te hace como quiere. Así como tú haces conmigo, ella hace contigo toda su voluntad (el que la hace, la paga). A las dos mujercitas’ esas las amo mucho y quisiera para ellas un mundo. No éste, sino un mundo mejor, donde se pueda vivir en paz y sin miedo. 
Pídele a Dios que se arreglen nuestras cosas, tú, que sabes hablar mejor con Él, y porque nunca nos haga falta nada y porque el lugarcito de la tierra que nos corresponde Él lo bendiga para nosotros con sus mejores bendiciones. 
Ojalá todo esté bien allí contigo, y que todo siga bien bajo tus manos. 
No te olvido. Mi cabeza sigue trabajando cada vez a mayor velocidad por encontrar una solución a esta vida de ahora. Hace mucho tiempo te dije que éste no era mi camino, este trabajo en que más trabaja el alma que el cuerpo. Y cada hora que pasa me doy mejor cuenta de que no lo es, no puede serlo. He estado por regresarme a cada momento; en cuanto tengo un rato para pensar, ése es mi pensamiento más fuerte. Y dentro de mí la voz más honda me dice: regrésate a tu casa, regrésate ahora, allí está tu lugar. Te has equivocado de rumbo y todavía es tiempo de enderezar el camino. Ellos creen que porque te tienen necesitado harán contigo lo que quieran. 
Clara Aparicio, cada vez es más fuerte mi tendencia a abandonar este trabajo. Cada vez más y más, como algo que ya no puedo contener y que tendrá que pasar en cualquier momento. Y cuando me siento decidido veo algo así como una luz, como si estuviera viviendo ahora en la oscuridad. Solamente necesito tu apoyo. Una palabra tuya y me sentiré como abrazado a la misericordia. 
Tu no querrás tener a tu lado un hombre lleno de odio y de tristeza, ¿verdad, amor mío? Necesito tu apoyo; un consejo de madre siempre se obedece cuando se ama tanto a esa madrecita mía que eres tú.
No sabes la confianza con que me enfrentaré a la vida estando tú conmigo, de parte mía, y las ganas con que lucharé. 
Y eso sí lo necesito, necesito tu apoyo y que nuestra fe esté. 
Y si pudieras imaginar los estados de ánimo en que estoy casi siempre, esa angustia que va creciendo dentro de mí y me hace muy desventurado, me ayudarías. Yo sé que me ayudarías. Porque no son los 900 pesos los que estoy desquitando, es el desaliento en que me hundo del que hay que defenderse. Ayúdame a librarme de ellos, mujercita mía. Ayúdame a encontrar el descanso. Ya no quiero seguir siendo esclavo un minuto más de un ambiente contrario a todos los calores del alma. 
Dime que me ayudarás y te lo agradeceré como hasta ahora no he podido agradecerte tu amor. 
Tú sabes cómo te he querido y te quiero y te seguiré queriendo, adorada muchachita mía. 
Recibe muchos besos y dale una parte a Claudia de su papá que no las olvida. 
Tu hijo


Juan

Publicado en Aire de las colinas. Cartas a Clara, Sudamericana, Buenos Aires, 2000.