Buenos Aires, Colihue, 1991



Julián, un joven de 18 años, quiere ser, obstinadamente, paleontólogo. Pero necesita buscar trabajo y no le va nada bien en el intento. Encima, como lunar que le aparece al tigre, su novia le da la noticia de que se va a estudiar a Estados Unidos. Entre desgracia y desgracia, Julián visita el Museo de Ciencias Naturales de Parque Centenario, en Buenos Aires. En una sala del museo se topa con una mujer que dice tener un hermano que le escribe desde el sur secretos sobre los dinosaurios. Ella le muestra una carta y dice también tener más, pero el experto director del museo le aconseja que no le siguiera la corriente, que es una señora mayor y no está en sus cabales. Julián le sigue la corriente y va desovillando una historia constituida a partir de cartas falsas que un tal Augusto Balmes dejó escritas, antes de darse por muerto.
Esta novela de Pablo De Santis forma parte de la colección juvenil La movida que él mismo dirigió, acompañados los textos por ilustraciones a modo de historieta.
Acá, la mentira parece hacer buenas migas con la obstinación, y navegan juntas hacia buen puerto, corriendo velos, llegando al hueso de la verdad que, en este caso, se trata del de un dinosaurio.

El hombre no paraba de hablar. Estaba rodeado de paredes descascaradas y tenía un ventanal sucio a sus espaldas. Vestía un traje negro, pasado de moda y una corbata azul, totalmente torcida.
Lo veo sorprendido -dijo el hombre-. ¿Qué necesita? ¿Asesoramiento para escribir una carta de amor? ¿O quiere recibir algún mensaje?
Julián le tendió el sobre.
Ah, sí, las escribí yo. Un muy buen trabajo. Imitación de estilo, no es nada fácil.
¿Escribió estas cartas falsas?
Por supuesto, a eso me dedico.
¿Pero por qué engaña a la señora Agata? Ella no está bien de la cabeza.
La cara del hombre reveló cierto escándalo.
Yo no la engaño. Ella misma me lo pidió.

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