MADRID. La función esencial de las cartas ha sido a lo largo de la Historia una comunicación entre dos, un «puente en el vacío que separa a dos personas», como lo anuncia Gonzalo Pontón en el libro «Correspondencias. Los orígenes del arte epistolar en España» (Biblioteca Nueva). Sin embargo, esa privacidad y esa subjetividad tan propia de las misivas se ha resquebrajado muchas veces en favor del gusto público, del interés general por una escritura de elevado estilo que supera la intimidad del texto.

En el Cuatrocientos castellano las cartas literarias que se leían en público, que se pasaban de mano a mano, que se coleccionaban e, incluso, que se llevaban a la imprenta, tuvieron un especial desarrollo. El género epistolar cobró fuerza y terminó por transferir muchos de sus elementos a géneros literarios como el ensayo y la novela.

Así lo demuestra el estudio sistemático sobre el género epistolar en el siglo XV en Castilla que Gonzalo Pontón, profesor de Literatura Comparada de la Universidad Autónoma de Barcelona plasma en este libro: «Creo que hay pocos y buenos estudios sobre las epístolas, y la razón es el carácter equívoco que tiene la carta. Su condición de límite con lo literario hace que se le reste importancia», afirma Pontón.

Para llenar este vacío se propuso desglosar «la trama de factores que condiciona la escritura de las cartas literarias en el siglo XV» -como reza el prefacio del libro- que hizo que la carta pasara de las manos del destinario a los corrillos. Así las misivas se transformaron en un «espacio de disfrute colectivo».

El libro, que se divide en cinco capítulos, comprende desde una reflexión inicial sobre las constantes en las cartas de la época que conduce hacia los géneros epistolares. Precisamente esos progresos llevan a Pontón a concluir que muchos de los elementos propios de las cartas llegaron a influir en el siglo XVI en otros géneros literarios. «El carácter misceláneo de las epístolas, el tratamiento de los temas del yo, y el juego que se da entre literatura y conocimiento en las cartas del Renacimiento, se advierten después en los ensayos», aclara Pontón. Asimismo, considera que la llamada carta familiar contiene características que luego se desarrollan en la novela moderna. «En la tratadista epistolar, afirma, se plantea que en estas cartas se puede contar toda clase de historias, con un lenguaje que no eleve el estilo, un lenguaje «realista» que se amolda a la forma habitual de la conversación y en las que se permite contar historias ficticias siempre que sean creíbles».

Aunque Pontón pasa revista a todos los temas que encontró en las cartas del siglo XV, la consolatoria tiene cierto protagonismo, según afirma el escritor, porque la forma en que debía escribirse era tan clara que dio paso a transgresiones jocosas y ricas parodias literarias. Tampoco hay un número grande de escritores de cartas que se destaquen, a excepción de Fernando del Pulgar, de quien se conserva un número considerable de cartas y que fue un buen representante de la carta con fines propagandísticos en su defensa de los Reyes Católicos.

Por Claudia Moreno

Publicado en ABC de España el 26 de julio de 2003