Ilustración de Matías Lapegüe
Uranito,
Buenos Aires,
2011
Nadie sabe qué habría pasado con esta historia si George Orwell, el mismo autor del famoso libro 1984 (ese que inventó el Gran Hermano), no hubiese escrito la célebre novela Rebelión en la granja.
Porque si eso no hubiera ocurrido, a la hija de Martínez no le habrían
dado para leer ese libro en la escuela, ella no habría dicho nada de
eso mientras se sacaba los zapatos durante la cena y la gata no habría
escuchado esa historia parando las orejas y echado a correr la voz
entre los otros animales, cansados de los maltratos del dueño de la
granja. Y como si hubiese sido una profecía más que una novela de
ficción, los animales se pusieron en pie de guerra y terminaron
expulsando de la granja al malo de Martínez y su familia, y así
lograron ser libres… de los humanos (de esta manera lo presagia el
mismo libro, así que habrá que estar atentos para lo que viene). Lo
primero que se presenta frente a esta nueva situación es la necesidad
de organizarse. Aún en los regímenes más desfachatados existe cierta
tradición en los procedimientos sociales que si se rompe, se enfrenta
una situación que genera dudas, desconfianzas y crisis. ¿Quién manda y
quién es mandado? ¿Cómo se educan los pequeños? ¿Todos son iguales ante
la ley? Para responder y accionar sobre esas dudas es que los animales
organizan elecciones, proponen medidas de convivencia, fundan
escuelas, congresos pedagógicos y ministerios de educación, y también
propagan rencillas y disputas entre ellos mismos, es decir, ovejas,
vacas, cerdos, gansos, perros, etc. Como en las mejores familias,
cuando el prejuicio y el chisme comienzan a corroerla, las cosas se van
poniendo ásperas para convivir y hasta surgen los interrogantes: ¿no
se estaba mejor sometidos a los seres humanos?
Algunos de los personajes que tomarán más relevancia a lo largo de la
novela serán la vaca, quien encabezará la cruzada de “todo para
todos”, y el chanchito Pro, que recorrerá un camino distinto al de su
especie y decidirá, harto de vivir siempre lo mismo, irse de la granja.
Así que desde afuera le envía cartas a la vaca donde el aire fresco
ingresa a la cerrada granja, donde la novedad anuncia que hay vida
detrás de la cerca, y que también la sociedad animal puede estar
mejor.
Si el régimen se hubiese sofisticado (quizá le faltó tiempo, es
verdad), la censura le hubiese caído a esas cartas porque funcionan
como la cerradura por donde entra la luz. Y está visto que hasta los
más lúcidos poderosos se empeñan en tapar el sol con la razón o con la
fuerza.
(M. N.)
Querida Maestra:
Me fui de la Granja porque ya estaba aburrido
de vivir siempre lo mismo. Tanta seguridad, tanta calma hacen que los
días sean uno igual al otro y al otro. Necesitaba aventura, conocer el
mundo. Ahora estoy viviendo en una Granja gobernada por los hombres.
Imagino que se preocupará por mí, pero no lo haga. Simplemente, por un
tiempo quiero sentirme como ustedes antes de que echaran al hombre de
la Granja. Como nací después de la rebelión, no tengo la experiencia,
no conozco al hombre… ¿cómo me puede gustar vivir lejos de él? Quiero
conocer cómo son las cosas en realidad y no que me lo enseñen en la
escuela. Temo que no es lo mismo.
Por ejemplo, ahora que salí al mundo, me di cuenta de que las máximas que están escritas en nuestra Granja no son verdaderas.
- No todos los hombres son malos (he visto hombres y mujeres abrazando a los conejos, dándole de comer a las gallinas y cuidando a los perros con mucho amor).
- No todos los animales son buenos (mi cola está lastimada por la mordida de un chancho viejo que quiso echarme del chiquero porque su mujer escuchaba atentamente mis charlas).
- No siempre hay que trabajar para comer (en la Granja en que vivo, los chanchos, por ejemplo, sólo están en el chiquero esperando que el hombre les dé su comida).
- Todo tiene su precio (esos mismos chanchos terminan en el cuchillo cuando al hombre le da la gana).
Esta última máxima, TODO TIENE PRECIO, es
la gran verdad que pude descubrir hasta ahora, pero seguiré buscando.
Me parece, maestra, la mejor manera de poner en práctica lo que usted
me enseñó.
Hasta pronto. Un saludo especial para aquella persona que los dos tanto queremos.
Con cariño.
Pro