De Norberto a Elba – [Ciudad de Buenos Aires] 11 de junio de 1957

Me hablas en tu carta (que por muchas cosas es la mejor que recibi de ti) sobre nuestra situación de amigos. Tienes razón. Las amistades tienen una vida animal: nacen, gozan su momento de esplendor, luego enferman y por último y casi sin sentirlo, expiran. Nos decimo todo, nos hacemos cómplices de nuestras angustias, compartimos dulcemente todas nuestras alegrías. Un día ese cáncer que es el hastío comienza a flagelarnos y ya entonces no habrá posibilidad de cura.

De Norberto a Estimada Elba – [Ciudad de Buenos Aires] 28 de junio de 1957

Estimada Elba: Después de haberte escrito y mandado la carta anterior, estuve reflexionando acerca del matiz que está adquiriendo nuestra relación. No creo que pueda transcribir todas las cosas que se me ocurrieron ni creo tampoco que resulte interesante consignarlo. Lo que me parece que debo hacer es ponerte sobre aviso de algo, y es porque supongo que mis cartas me hacen aparecer como un tipo cerebral y por demás circunspecto.

De Norberto a Elba – [Ciudad de Buenos Aires] 17 de junio de 1957

Me dices que sería un ingrato si dejara de escribirte y que si tal cosa ocurriera sería por consecuencia de haber ganado nuevas amistades. ¿Eso piensas? ¿Crees que solamente por eso y no por otra causa podría yo dejar de escribirte? Me juzgas mal. Quizá te habré dado la impresión de ser un individuo superficial, y te aseguro que no es así, que en mí hay raíces que se alimentan de un jugo poco común. (Poco común en este ambiente chato y anodino de ciudad hecha al tráfigo diario; vocinglera, comercial y futbolística.)

De Norberto a Apreciada Elba – [Ciudad de Buenos Aires] 31 de marzo de 1957

Marzo 31 de 1957
Apreciada Elba:
Como todas tus anteriores, esta nueva carta tuya ha venido a cumplir su función de oasis. No sé si me comprendes. No es que me satisfaga tal o cual párrafo, ni que especialmente repare en algo que dices y que compone parte de tu mundo. Es más simple: atrapo una palabra, a lo sumo dos, y le construyo en torno de ellas un castillo tremendo y lleno de recovecos, y pienso en esas palabras y les abrigo con fantasía y sueños, como si tuvieran vida o luz propia o corrieran algún peligro. Me gusta fantasear, juguetear con duendes, necesito hundirme “desde la piel al alma”, como dice Neruda, para ser interiormente feliz.

De Norberto a Elba – [Ciudad de Buenos Aires] 29 de abril de 1957

No se vaya a creer que soy tipo de cartearme con mucha gente. Por el contrario: usted es centro y eje de toda mi actividad epistolar. Tarea esta que cuenta con mi predilección puesto que -quien a riesgo de inmodestia- imagino dos cosas: que usted en su Tandil solaniego me recordará un poquito (un 10% de lo que yo la recuerdo); y que en el momento de escribir sentirá parecida satisfacción a la que estoy experimentando yo en este instante.

De Norberto a Estimada Elba – [Ciudad de Buenos Aires] 22 de marzo de 1957

Evidentemente nuestra amistad, efímera, apenas esbozada. encausó por un camino difícil- Nos hemos pasado el tiempo saludándonos por teléfono y ahora epistolarmente. La distancia enhebra un rosario de puntos suspensivos que nos separan silenciosamente y sin dolor. Usted en su Tandil, soleado y tranquilo, y yo en este Buenos Aires enfermo que ahora, por ejemplo, padece la epidemia del “rock”.