De Norberto a Elba – [Ciudad de Buenos Aires] 11 de junio de 1957

Me hablas en tu carta (que por muchas cosas es la mejor que recibi de ti) sobre nuestra situación de amigos. Tienes razón. Las amistades tienen una vida animal: nacen, gozan su momento de esplendor, luego enferman y por último y casi sin sentirlo, expiran. Nos decimo todo, nos hacemos cómplices de nuestras angustias, compartimos dulcemente todas nuestras alegrías. Un día ese cáncer que es el hastío comienza a flagelarnos y ya entonces no habrá posibilidad de cura.