De Norberto a Elba – [Ciudad de Buenos Aires] 1 de septiembre de 1959

Creo que lo reconocería tranquilamente si mi padre no hubiese sido tan bueno, tan amigo mío, tan equilibrado como lo fué siempre. (El médico me había hablado del egoísmo que despertaría su postración y de la acritud que iría ganándolo, pero él no hizo jamás un reproche ni tampoco evidenció nunca el menor asomo de cólera. Yo lo oí llorar algunas noches y se aplastaba contra la almohada para no despertarme.)
La última noche me pidió que lo incorporase un poco y que le frotase la espalda. Apenas fuerzas, sin decir palabra, y así nos quedamos un rato.
Murió a las 6 de la tarde del 20 de agosto. Allí se terminó todo, aunque mi ni mi madre ni yo estemos aún convencidos de ello.