De Norberto a Elba – [Ciudad de Buenos Aires] 19 de febrero de 1959

Cuando leía en tu carta lo que dices sobre los líos de celos que arman con toda premeditación y alevosía los novios modernos, me acordaba de un amigo… Le dice tantas mentiras a su novia que pienso que debe anotarlas para no «pisarse» al día siguiente. ¿Y por qué? Porque ella le pone trompita si él le dice que se va un rato a jugar al billar con los muchachos.
Como ella se enoja si le dice la verdad, entonces él le miente. Pero ella sabe que él le miente… aunque lo considera mejor; lo considera un signo de respeto hacia su amor. La conciencia de la mentira le proporciona a ella una felicidad enfermiza, morbosa, algo que acabará alguna vez degenerando en desgracia.

De Norberto a Elba – [Ciudad de Buenos Aires] 17 de agosto de 1957

El asunto “prejuicios” me daría tema para escribir largo y tendido. Por principio, me dan lástima los que caen en los dos extremos: los prejuiciosos y los desprejuiciados (sobre todo “las” y “las”); los primeros repugnan con su estúpido sentido de lo que es la moral, de la que tienen un concepto anquilosado; los segundos porque a la postre resultan un pléyade de desvergonzados sin el más vago respeto por la ética.