Elba:
Ayer recibí tu carta, la que una vez leída guardé sin pensar en un bolsillo del saco. Por la noche, hallándome en una reunión de conocidos en un bar y conversando acerca de las posibilidades que tiene uno de encuadrarse dentro de sus gustos, meto la mano en el bolsillo y tropiezo con tu carta. La charla era tan hueca, se «teorizaba» tanto, que sentí necesidad de darles una buena lección. Extraje entonces tus páginas, relamiéndome porque en ella dices cosas muy importantes, hablas de una escuela enclavada en el corazón del olvido, de esos alumnos que son la imagen de la inexorabilidad, de que a veces la oficias de enfermera y de que debes trepanarle la corteza de su ignorancia y meterles dentro el polen de una nueva conciencia, y en fin, hablas de lo que haces, de cosas que vives, de manera que extraje tu carta y la leí.