Arthur Fleck es un ciudadano de Gotham City que vive con su madre, Penny. El protagonista sufre un trastorno que lo hace reír en momentos inapropiados pero, en un principio, cuenta con la ayuda de los servicios sociales para recibir el tratamiento acorde a su condición.

La situación se empieza a poner muy difícil para Arthur y para gran parte de Gotham City: no hay trabajo, y la pobreza y desesperación van en aumento. Todo va de mal en peor. 

Happy, como lo llama su madre, llega todos los días a su hogar y lo primero que hace es revisar el buzón. No es él quien espera una carta, sino su madre que le escribe semanalmente a Thomas Wayne, su ex empleador y actual candidato a alcalde, pidiéndole ayuda para mejorar su situación y la de su hijo. La respuesta a sus cartas nunca llega, por lo que el diálogo -epistolar- queda siempre trunco. Penny, lejos de ver en esto una actitud explícita de Thomas (no quiere contestar, no le interesa), excusa esta situación sosteniendo «que es un hombre ocupado» y que «el cartero no entrega la correspondencia».

Una noche Arthur decide leer la nueva carta que escribió su madre. Al hacerlo se entromete en la intimidad de esa relación desequilibrada entre Penny y Thomas. Las cartas privadas se construyen sobre una serie de implícitos: no incluyen toda la información a la que se remiten, sino que están llenas de elipsis y lagunas que complementa el receptor competente. Sin embargo, en esa carta Arthur encuentra información entretejida sobre su pasado, desconocida hasta ese entonces.

Es a partir de ese momento que Happy comienza un camino de auto descubrimiento que culminará -como sabemos- con una transformación enorme en su vida y de su entorno. Esa carta lo libera: del cuidado de su madre, de su condición, del deber-ser impuesto por la sociedad. Es la llave para dejarse tomar las riendas de las cosas: ya no importan las consecuencias con tal de dejar de arrastrarse por la vida y empezar a bailarla.

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