A María,
y a todas las mujeres de mi familia.
A las que fuimos, a las que somos, a las que seremos.

Un prólogo

Estas líneas sobre otras líneas –una aproximación a las narrativas femeninas de anversos y reversos postales que circularon en nuestra región durante la primera mitad del siglo XX– fueron sentidas, pensadas y escritas como una obra de indagación sobre la correspondencia de las mujeres de mi familia y de otras mujeres con las que ellas, en su tiempo, se relacionaron.

Me parece recordar que aquello que incitó mi curiosidad, hace muchos años, fue el celo con que «la tía María» guardaba sus postales. Bajo estricta llave, en un cofre casi infranqueable que su hermana Celia había pirograbado y pintado a mano. Mi madre conserva ese cofre que es en sí mismo una obra de arte. Yo conservo las tarjetas ilustradas porque María, presionada por mi insistencia, una tarde cualquiera me respondió así, literal: Ahora no lo vas a ver, pero el día que yo falte podés quedarte todo lo que hay dentro. Eso hice, aunque antes había visto algo a vuelo de pájaro, escondida.

Me parece recordar además, y cuando ella faltó, haber abierto el cofre con la emoción y la parsimonia de quien se dispone a un acto sagrado. Fui haciéndome de cada una de esas postales con profunda gratitud por la confianza dispensada al legármelas, y con enorme nostalgia porque el modo de estar María en ellas me era en ese momento insuficiente. La extrañaba. Quería que me contara cosas, saber quién era un profesor del que hablaban sus amigas, o cómo era celebrar cada quién el día de su Santo.

Luego mi curiosidad, cierta inclinación innata a indagar los modos de expresarse la gente, y los sentidos que imágenes y palabras habilitan fue, dedicación mediante, decantando en formación académica en el ámbito de las artes visuales y las letras. La profesionalización trajo consigo otro tipo de indagaciones y de filiaciones sobre este legado al que no obstante cualquier acercamiento analítico sigo ante todo vinculada afectivamente. Será que la sangre y también la letra, de verdad tiran.

Sobre estas otras indagaciones creo haber intuido tempranamente en las imágenes preimpresas y en sus caligrafías, que estas mujeres habían cifrado un mundo, y un modo de estar ellas en ese mundo que cifraban. Un mundo que en lo personal me resultaba completamente familiar (aún resuena en mí el tono de voz de María) y al mismo tiempo completamente ajeno. Creo además que no fue en esta ambivalencia sino en la sensación de ajenidad, por sí misma, donde se generaron las condiciones para una ruptura que me diera lugar a otras formas de interacción con estos anversos y reversos postales.

En otras palabras, las nuevas filiaciones del material esbozadas en estas líneas sobre otras líneas son el resultado de siempre nuevas interacciones orientadas –no sin cierto pudor, porque al fin de cuentas se trata de la correspondencia de terceras personas– a mover del ámbito de lo privado al ámbito de lo público las narrativas que lo componen. Del cofrecito a esta conversación. De la intimidad, a la Historia.