Por Belén González

La película narra un día en la Primera Guerra Mundial durante el cual el traslado de una carta a destino se convierte en la única manera de evitar un trágico desenlace.  
Las comunicaciones se realizaban principalmente a través de teléfonos, radios y correspondencia. Sin embargo, en el contexto de esta historia, el ejército alemán había inhabilitado todas las líneas de conexión, es por eso que la correspondencia escrita era la única opción viable para trasladar un mensaje urgente que evitará una emboscada, aun considerando que el desplazamiento en el terreno que implica la carta lleva consigo la posibilidad de ser interceptada y no arribar a destino.
La misión involucra a dos compañeros, Schofield y Blake. Ellos deberán atravesar a contrarreloj el territorio de «no man’s land» sorteando toda clase de peligros, sin más equipamiento que el que pueden cargar para sobrevivir ese día. 
Pero hay otra carta que mueve la trama: en los momentos mas angustiantes de la misión, Schofield saca de su abrigo una lata que contiene otro sobre y otro mensaje, todavía desconocido para el espectador. Lo lee cada vez que necesita tranquilizarse y así puede continuar avanzando. 
A lo largo de las distintas situaciones que enfrenta, Schofield se va desprendiendo de todas sus posesiones: su mochila, las provisiones, las armas y  el casco. Lo único que no abandona es lo que le da sentido a su viaje: las palabras que traslada consigo en la carta del general y la que guarda en su saco. 
Toda la acción en esta película está movilizada por las esas cartas: una cuyo contenido conocemos en los primeros minutos, y otra, privada, que recién se nos revela al final, pero que evoca el verdadero motivo de Schofield para intentarlo todo.