Buenos Aires, Emecé, 1971
El n úmero 239 de la mítica colección “El séptimo círculo”
trae a cuenta al detective Francis Kerrigan para resolver un caso
abierto once años antes de tomar él cartas en el asunto. Y de eso mismo
se trata el indicio clave: una carta. Una pequeña niña había sido
secuestrada por un extraño hombre a través de un inocente engaño a una
humilde familia inmigrante a Nueva York. El policía que comienza con la
investigación en lo inmediato, luego de un trabajo metódico de once
años, muere y el caso, sin entusiasmo, le pasa a Jane Boardman, una
colega. Kerrigan, amigo de la agente y a punto de irse de viaje, decide
ayudarla. Juntos, Kerrigan y Boardman toman la posta y emprenden la
nueva investigación. Cuando revisan los papeles heredados, descubren
una carta del secuestrador a la familia que va a determinar, de alguna
manera, el curso de la investigación. Mejor dicho, no es la carta en sí
la revelación sino su continente, el sobre con membrete de una
pastelería de Nueva York.
El teniente Karrigan es el detective fetiche –cosa habitual
en el policial- de Joseph Harrington que, siguiendo con una de las
vertientes clásicas del género, es de los que relevan los datos
empíricos más que los lógicos. Pero en su ser, se trata de una
obstinación formidable. Es capaz de revisar treinta veces una prueba,
esperar 72 hs. en un escritorio que aparezca un insignificante elemento
que le llame la atención, entrevistar a todos los vecinos, los vecinos
de los vecinos, los vecinos de los vecinos de los vecinos que puedan
haber sido testigos del instante en que se echó la carta delatora al
buzón.
Queridos Señor y Señora Gebhardt:
Siento que debiera escribirles acerca de su pequeña Elsie.
Es muy buena y está muy bien. No se preocupen por ella. Está muy bien.
Está contenta y se divierte. Está muy bien y no está triste y quiere
mandarles sus mejores saludos. Así que olvídense. Está muy bien y no
está triste. Lo que yo quería era un chico de catorce o quince años,
pero cuando vi a Elsie me di cuenta de que la quería a ella. Está muy
bien y no está triste. Es una niña encantadora y lo paso muy bien con
ella. Por lo tanto dejen de preocuparse, señor y señora Gebhardt. Ella
no sufre nada. Yo no tengo ningún chico pero ustedes sí. Pueden tener
más chicos cuando quieran. (…)