9 de octubre de 1941
Mi querida Clara.
Ayer te envié una carta que, si la recibes, te provocará dolor.
Te escribo ahora gracias a la buena voluntad de este caballero, y te pido que no le digas a mamá la verdad porque ésta es espantosa. Y no quiero que este asunto afecte su ya desmejorada salud.
Querida hermana, desde hace ya unos días que un horrible peligro se ciñe sobre nosotros. Estamos por ser deportados, a pie, a Ucrania (‘para ser asentados allí’… según dicen ellos). Puedes imaginarte nuestra situación, tener que hacer semejante recorrido a pie, los días son tan fríos. Con un niño pequeño y con las cosas que podamos llevar, es decir, solamente alimentos para el camino.
Supuestamente íbamos a ser enviados en grupos de 2500 personas de modo que en cuatro días aquí no quedaría nadie. El primer grupo partió ayer; en él también estaban Rosa con los niños. Que Dios los proteja. Ayer nuestro comité mandó un representante y nuestra partida, por el momento, ha sido postergada por 24 horas; esperamos que la postergación se extienda otros seis meses, es decir, hasta la primavera. A las 6:00 recibiremos la respuesta definitiva; pueden ustedes imaginarse nuestro pánico. Tal vez esta postergación pueda también hacer regresar al grupo que ya ha sido deportado.
Te pido, mi querida hermana, que me contestes a través de este caballero, quizás él nos encuentre todavía aquí, y quizás sean ésas las últimas palabras que yo reciba de ustedes.
Querida mía, las cosas y el dinero que me enviaste me han ayudado mucho, y llegaron en el momento preciso. Con la lana que me enviaste, he tejido una gruesa bufanda (triple punto) para el cuello de Vilush [Vili, el hijo de Ida, de 3 años de edad] porque quién sabe durante cuántos días estaremos caminando. Si Dios quiere, que al menos tengamos un buen clima. Te pido que no divulgues estas noticas, así no tienes que pasar situaciones incómodas y no molestamos a esta persona que ha tenido buena voluntad.
Querida mía, te pido que te ocupes de mamá, porque tú eres la única persona que le queda. Nunca hagas lo que nosotros hemos hecho: nunca te separes de ella. Cómo te envidio por la felicidad que tienes de estar en su compañía. Te acuerdas de que yo solía acusarte de que tú eras una cobarde, de que no eras suficientemente activa, de que una persona debe tratar de luchar para existir.
No me arrepiento de nada; así es la vida del ser humano. Lo único que lamento es que mis ojos nunca más podrán volver a verlos a ustedes. Estoy sufriendo mucho. Antes latía en mí la esperanza de que volveríamos a encontrarnos. Pero ahora he perdido todo. Sólo una vez, si tan sólo pudiese verlos a ustedes sólo una vez más, y entonces sí, que después ocurra lo peor.
Adiós mi querida. Mi madre querida. Mi buen padre; ustedes fueron el primer rayo de sol que calentó mi vida. No supe proteger a dicho rayo de mi vida, me marché sin mirar hacia atrás. Tuve demasiadas esperanzas (vanas) respecto del futuro como para comprender que estaba abandonando una felicidad que ya nunca más encontraré.
Te acuerdas, mi querida hermana, cuán confundida estaba yo durante la despedida en casa, cuando te dije (con enojo): «¿Por qué lloras? Después de todo, no voy a morirme». Discúlpame, querida mía; fui una tonta. Fue una ligereza de mi parte. Pensé que «todo lo que vuela, se come». Era demasiado joven. Por lo cual, ¿de qué sirven mis disculpas?
Lamento mucho no haber comprendido, durante nuestra despedida, la importancia del momento, no haberlos mirado lo suficiente como para dejar profundamente grabada en mi memoria la imagen de todos ustedes, no haberlos abrazado con fuerza, haberlos soltado. Ahora en vano miro hacia atrás. Sin esperanzas, porque el destino ha golpeado nuestras vidas con una crueldad terrible, y por más que trato de acercarme a ustedes la realidad brutalmente nos arrastra y nos separa.
Quisiera tanto estar junto a ustedes (después de todo, ya estuvimos tan cerca , alcanzamos a acercarnos), recostarme a sus pies, cansada de estos infortunios tan duros, y allí encontrar mi lugar de descanso, y no separarme de ustedes nunca más.
Tantas veces me he acostado por las noches con los ojos abiertos. Y así he reconstruido en mi imaginación el momento del reencuentro con ustedes. Me he emborrachado con este pensamiento: cada vez que lo acababa. Comenzaba una vez más a soñar con él.
Ahora ya no espero más nada, Dios no quiere que nos reencontremos; parece que he pecado mucho.
Adiós, mi querida hermana; que vivas con felicidad y que críes a tus queridos hijos con felicidad y salud. Miles de besos sobre sus dulces ojos.
¿Revelina aún se acuerda de mí? Ojalá que pronto, y con la ayuda de Dios, puedas ver a Karol [el cuñado]. Y vivan felizmente sin preocupaciones ni sufrimientos. Besos a papá y a mamá, que tengan buena salud y mejores augurios.
Vili y Doba les mandan miles de besos y se despiden calurosamente. Cálidos saludos. Clara. Contéstame por favor.
Suya para siempre, quien piensa en ustedes
Ida [Goldish]
Posdata: Querida Clara, éste es el segundo día en que nuestra partida se pospone por 24 horas. De modo que hay esperanza sobre nuestro rescate. Por lo tanto, no te angusties por las cosas que te he escrito.