Ocaña, 3 de junio de 1941

Querido Vicente: ya lo sabes, he pasado unos días con una bronquitis que me ha dejado mucha flojera. Además la falta absoluta de preparados farmacéuticos atrasa la cura completa y todavía no ando firme. Sé que recobraré mi salud, que siempre ha vencido obstáculos muy grandes, pese a las enfermedades habidas y por haber. Es la única ganancia que persigo en mí mismo: la salud. Con ella en los brazos, por mucho que pierda, nada daré por perdido. Y esto te lo digo a ti que andas tanto tiempo en su persecución. Quiero que seas más frecuente en escribirme, Vicente. Todavía no he marchado a Alicate como ves, y no sé si será tan presto como estoy deseando. Josefina y mi madre se impacientan allá y yo aquí. Claro que yo hace mucho que me he hecho esperar, aunque me desagrada el oficio sobremanera. Tengo para mi uso y consumo, hasta una paciencia encallecida. (No te lo creas.) En fin, dejo pasar o me dejo pasar por las malas rachas, y cunado vienen las buenas, que nunca dejas de venir, las gozo de arriba abajo. A mejorarse, Vicente. Es lo que me digo yo: a mejorarse, Miguel. Que tu petate perpetuo sea leve y no tan perpetuo como parece. Hasta pronto te abraza una vez y otra vez más.

MIGUEL.

Publicado en Miguel Hernández, Epistolario, Madrid, Alianza, 1986.