Buenos Aires, Booket, 2008

Por Karina Echeverría

La novela comienza con una noticia y una breve sucesión de cartas, motivadas en cadena. A través de ellas los adultos deslindan y reparten responsabilidades frente a la terrible realidad del delito infantil. La carta aparece como la voz de los adultos, en una novela protagonizada por niños. Una voz que habla desde afuera, que juzga y señala, que discute y opina sobre un problema social sin rostro ni nombre.

La voz del narrador, en cambio, nos pinta las fisonomías y nos traduce los sobrenombres y apodos de los Capitanes de la arena. Sin caer en sentimentalismos, con una prosa a la vez poética y realista, relata las desventuras de estos chicos que ya no pueden ser inocentes, que actúan como adultos, pero son capaces del infantil deslumbramiento frente a las cosas bellas.

Marcados por la fatalidad de un destino trágico, se unen para hacer más soportable la vida – mientras puedan soportarla – con la única esperanza de encontrarle un sentido. Ávidos de historias, caricias y familia, pero a la vez huraños y violentamente vengativos con la sociedad que los crea y luego los margina y acorrala, son los protagonistas de su propia historia. Mientras tanto, los adultos se limitan a temerlos, a observarlos, a censurarlos y a discutir quién es el culpable de la existencia amenazadora de los «Capitanes de la arena».


CARTA DE UNA MADRE, COSTURERA, A LA REDACCIÓN DEL JORNAL DA TARDE

«Señor Redactor:
Disculpe los errores y la letra, pues no suelo ocuparme de estas cosas del escribir y si hoy me presento ante usted es para poner los puntos sobre las íes. Leí en el diario una noticia sobre los hurtos de los «Capitanes de la arena» y enseguida vino la policía y dijo que los iría a perseguir y entonces el doctor de los menores vino con sus palabras diciendo que era una pena que no se enmendaran en el reformatorio a donde él mandaba a los pobres. Y es para hablar del reformatorio que le escribo estas mal trazadas líneas. Querría que su diario mandase a una persona a que visite y vea cómo son tratados los hijos de los pobres que tienen la desgracia de caer en las manos de esos guardianes sin alma.»

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