Antología de autores premiados
Buenos Aires, C.A.D.A.N., 2007


Este libro es una compilaci ón de los textos seleccionados del concurso convocado por la empresa de subterráneos Metrovías en el año 2006. Según indica el principal responsable en el prólogo, Pepe Romero, se presentaron al mismo 2700 cartas. El jurado estuvo compuesto por actores, periodistas y escritores ligados, fundamentalmente, al género íntimo. Cartas de amor consta de tres partes diferenciadas por la jerarquía de premiación. En la primera se publican los tres ganadores, Lidia Rita Díaz de Simiz, Sabrina Maríngolo y Nito Bruzzese; en la segunda, las menciones de honor; y en la tercera, una selección de las obras presentadas. El libro, teniendo en cuenta que se despliegan 40 cartas ficcionales , recorre los grandes tópicos de la epistolaridad: el amor/desamor de pareja y filial, la carta al referente social -inalcanzable para la conversación de mano a mano por la distancia, el tiempo, etc.-, la muerte. También, y al tratarse de cartas artificiosas, muchas se constituyen como cierto relato con remate en su última línea, ahí, cerca de la firma, o en la firma misma, o en la post data. Esto quizá lo ligue más al cuento en forma epistolar que a la carta como práctica cotidiana. Lo que sí conforma este libro es un documento que plasma el imaginario de la carta en papel en tiempos del mail.

-Sé que no me podrías entender si no te hablara de sus manos. Siempre fragantes y olorosas. Un día huelen a carne y ajo; otro a algún jabón perfumado y otro más a duraznos maduros y naranjas. Pero siempre huelen a algo, con la huella que dejan el trabajo y tres hijos todo el día a cuestas. ¿Te das cuenta? Yo sólo lo comprendí esta mañana. Cuando sus manos al despedirme acariciaron mi cara y sentí todos los olores amalgamados. Sus ojos me miraron con infinita tristeza. Yo creo que sabía. Creo que mi Linda lo supo desde siempre. Sí, tiene un nombre y es mi mujer, pero para mí fue y será mi Linda. Su mirada larga y desesperanzada me siguió hasta la puerta. Y hoy sus manos olían a la coloñita del más chico. Y no pude, Ada, no pude. No pude alejarme de esas manos. No es ella, son sus manos las que me han narcotizado. En cambio las tuyas Ada… vos sos portentosa ¿sabés? Tan inteligente y brillante y, además, hermosa y todo el resto, pero tus manos… Las tuyas huelen siempre a Dior, a Worth, a Patou.. .son blancas y nacaradas, suaves como las alas de un cisne, pero no hay ni un perfume tuyo en ellas, Ada, no hay. Y por eso hoy, cuando te llamé y te dije únicamente que nunca volvería a verte, creo que quedé en deuda con vos. Que te debía una explicación y es ésta, Ada. Son las manos. Las mismas que cuando esta tarde llegué, abatido, me arroparon en la cama con cariño. Las que enjugaron las lágrimas que rodaban por sus mejillas pálidas y que yo pretendí no ver, fingiendo que dormía.

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