IDA Y VUELTA 
Malvinas, la herida y el sueño eternos

Este año se cumple un cuarto de siglo de la Guerra de Malvinas, esa causa nacional olvidada, cuando no exhibida con sentimiento culposo, después del triunfalismo de los días que siguieron al 2 de abril de 1982, y de las llagas propias de la guerra. Hoy tenemos testimonios del padecer humano de aquel episodio, una propuesta para destrabar el conflicto y una mirada sobre el comportamiento de la sociedad ante excombatientes.

En el largo viaje a Malvinas fantaseábamos con aquellas películas de guerra, donde los buenos jamás morían. En los montes comenzaríamos a vivir la realidad de la guerra, el frío y el hambre. Los ingleses tardaban en llegar. Queríamos combatir de una vez. Sentimos la primera bomba, nos miramos, nos abrazamos. Temblábamos. ¿Miedo? Se fue transformando en bronca y ante cada compañero muerto, en coraje. Supimos que nuestro pueblo nos pedía que no aflojáramos, que nos llamaban héroes. ramos pibes, de golpe convertidos en hombres. 
Cuando volvimos nadie nos recibió, salvo nuestras familias. Nadie nos preguntó, nadie nos agradeció. Todo fue silencio. Hoy, 25 años después, estamos igual o peor. En democracia nos esconden debajo de la alfombra. Ojalá el próximo 2 de abril nos regalen el sueño de estar en una película en la que los buenos no mueran. Y, lo que es más justo, que al menos no sean olvidados. 
Edgardo Oscar Zapata. 
edgararpro@hotmail.com

Carta abierta a la hija de Thatcher: dígale, señora, que extraño a mi mamá, que ella me extraña seguramente. Dígale que a veces pienso por qué a mí y por qué a todos mis 322 compañeros. Dígale, señora, que nos habían dicho que podíamos descansar, podíamos dejar la guardia, que ya no había peligro porque estábamos fuera de la zona de exclusión. Dígale que en el momento, cuando sentí la explosión, estaba soñando con abrazar a mi Viejita y a mi Viejo, que se partieron el lomo para que yo fuera marinero. Dígale que soñaba con el encuentro, con mis amigos, con una vida más allá de esa dolorosa guerra. Dígale, señora, que tenía apenas 19 años, que pensaba en mis futuros hijos, en acompañarlos a la escuela, escucharlos decir «papá», verlos caminar… 
Dígale, señora, por qué lo hizo, por qué en un segundo cambió toda mi vida y la de muchos otros. Dígale, o pregúntele, qué contiene su corazón. Si es el mismo que el de todas las personas. Dígale que mi cuerpo está congelado en el fondo del océano, pero que mi corazón lucha a la par de los que volvieron. 
Dígale, señora, a su mamá que mi mamá todavía me sigue llorando. Dígale a su mamá que ella me mató, sin pensar en mí ni en nadie. Dígale a su mamá que nunca se van a olvidar de ella, como lo sé también, que nunca se van a olvidar de mí. Leonardo Abrahan. 
leotango2001@yahoo.com.ar

Recientemente leí en Clarín que Gran Bretaña no piensa negociar la soberanía de las Malvinas. Por eso propongo una idea que debilitará la posición británica, de no ser aceptada. 
Esta idea se basa en que la población de ambas islas de Malvinas es de 2.379 habitantes. De ellos, 1.949 viven en Puerto Argentino. Es decir, en el resto de las islas habitan 430 personas. De lo que podemos deducir que en la Gran Malvina no pasarán de 200. Entonces, proponemos indemnizarlos para poder dividir la soberanía en dos. La Soledad , como disponga Gran Bretaña. Y la Gran Malvina , para Argentina. 
La seguridad de ambas islas estará a cargo de un Estado Mayor conjunto, responsable de la seguridad aeronaval y policial, con intercambio libre de personas y bienes. De nuestro lado, hospital, supermercado, un polideportivo, un centro cultural con teatro, TV, cine y radio. Más un hotel turístico y un centro de investigación científica, especialmente dedicado al aprovechamiento agrícola ganadero e ictícola. Es decir, conquistar Malvinas con las armas de la paz. De cumplirse, nuestro sueño se habrá realizado. 
Ingeniero Hugo F. Campanelli. 
hugofcampanelli@arnet.com.ar

En nuestra sociedad hay un grupo de ciudadanos con una calidad de vida mucho mejor que la de cualquier trabajador común. En la tragedia de la Guerra de Malvinas no dieron muestra acerca de que la cuestión les interesara. Cuántos argentinitos, negritos, ignorados, perdieron la vida; cuántos veteranos de esa guerra deambulan por el país como secuela de esa desgracia. 
Esto es lo trágico para nuestra sociedad futura, porque detrás de sus muestras de simpatía chabacanas, se esconde con hipocresía una manera de discriminación y desprecio por lo auténticamente argentino, su historia, música, costumbres y sus derechos humanos.


Juan Carlos Franco.


juancarlos-fraruiz@yahoo.com.ar

Publicado en el diario Clarín de Buenos Aires, el 18 de febrero de 2007