Estados Unidos, Paramount, 1998
Más allá del lugar común del preso injustamente apresado, en este filme hay una serie de cartas –en casete- que el pobre manda y recibe desde su celda. Son cuatro mujeres, adeptas a la consolación de presos, que se regodean con el discurso amoroso. Por supuesto que hay un guardiacárcel malísimo y uno buenísimo. El bueno colabora con el protagonista pero el malo, un día, confunde a propósito las cartas-casetes a sus destinatarias. Lo que lógicamente pasa es que esto les revela a las enamoradas que el cautivo es infiel –de palabra, claro. Una de ellas, no se sabe quién –y ahí va el enigma de gran parte del film- procura venganza por el adulterio.
El preso recupera su libertad –estaba condenado a muerte- de sopetón y ahí comienza su segunda cadena de desgracias: una a una de sus “amantes” van siendo asesinadas; también su morena abogada que no había gozado de las delicias de sus palabras, y él pasa a ser nuevamente incriminado, porque seguía el patrón de su primer crimen, aquel por el que fue inculpado y que lo llevó a siete años de cautiverio.
Llama la atención algunos puntos de la trama policial: por ejemplo, que en la investigación sobre la anónima despechada -ella le deja mensajes-cassettes amenazantes-, no ingrese nunca el tono de la voz como indicio bastante orientador, lo que en el manuscrito sería la caligrafía.
El tópico de las cartas mezcladas es una interesante piedra de toque para las tramas que juegan con la pasión. Esto, porque el secreto aparece desnudo golpeándole la puerta a uno y, tratándose de cuestiones amorosas, dándole cuenta al ser amado, que se siente tan singular siempre, de que es solo uno más. Cuánta rabia trae esto.
(M.N.)
Título original: Letters from a killer
Director: David Carson.
Guión: John Foster
Intérpretes: Patrick Swayze, Gia Carides, Kim Myers, Olivia Birkelund, Tina Lifford, Elizabeth Ruscio, Roger E. Mosley, Bruce McGill, Mark Rolston
Nacionalidad: Estados Unidos
Productora: Paramount
Año: 1998
Duración: 111 minutos
