Buenos Aires, Nueva Visión, 2005

Por M. N.

La compilación de sus cartas de cárcel conforma la misma serie de la de sus cuadernos. Es que, de hecho, la mayor parte de su vida activa de producción política e intelectual fue dentro de esas paredes.

El libro exhibe las cartas íntimas que van desde noviembre de 1926 hasta enero de 1937. Todas están dirigidas a los miembros de su familia –madre, esposa, cuñada, hijos, etc.; de todas éstas, las más copiosas son las que les envió a su cuñada Tania, hermana de Yulka, su mujer. También hay, sobre todo al final del libro, las de la época en las que sus hijos, Delio y Giuliano, ya se volvieron grandes y pueden leer por sus propios medios.

La particularidad de las cartas de Gramsci se basa, entre otras cuestiones, en la evidenciación del doble enunciatario del discurso epistolar carcelario: se dirige a su familiar y a su censor al mismo tiempo. Pero aun así, las cartas son concebidas por el propio Gramsci como el pan para el hambriento. Necesita de ellas, las pide, las exige con insistencia. La necesidad de escribir cartas permanentemente a partir de una cotidianeidad tan monótona lo lleva a inventar referentes permanentemente, que eludan la constante de las cuatro paredes y las enfermedades que lo aquejan.

Otro tema es el terror a la mentira por carta: la imposibilidad de comprobar lo que se dice lo lleva a elaborar análisis como el científico con su corpus (para luego solicitar ratificaciones o rectificaciones). Tanto es así que en alguna de sus cartas hace alarde del sistema empleado a partir del trazo ajeno:

«Yo leo tus cartas repetidas veces. Las primeras, como se leen las cartas de quienes nos son más queridos, diría “desinteresadamente” o sea, con el solo interés de mi ternura hacia ti. Luego las releo ‘críticamente’ o sea, para tratar de adivinar cómo estabas durante el día en que pudiste escribirme, etc. Observo también la letra, la mayor o menor seguridad de la mano, etc. En suma: de tus cartas trato de extraer todas las indicaciones y significaciones posibles» (251).

Las cartas a su mujer son las más complejas. Existe allí una permanente tensión en función a la idea de “diálogo”: Gramsci le reclama permanentemente que se comunique. Pero también, así lo dice, hay defecto propio, sobre todo derivado de las elisiones que provocan las condiciones de tener que escribir en un tiempo determinado por el sistema. La educación de sus hijos es otro de los tópicos de estas cartas a su mujer.

Tatiana Schucht, hermana de su mujer, pareció dedicar su vida a preservar lo más posible a Gramsci de los sufrimientos de la cárcel. Y también fue la atesoradora de su herencia literaria de cartas y cuadernos.

Queridísima Yulca


Para hacerte reír quisiera escribirte una carta estrictamente profesional llena de pedantería desde la cabeza hasta los pies, pero no sé si lo lograré. La mayoría de las veces soy pedante sin proponérmelo. Me he fabricado un estilo de circunstancias, obligado por la presión de los acontecimientos acaecidos durante esta década de múltiples censuras. Quiero contarte un “pequeño” episodio para hacerte reír y hacer que comprendas mi estado de ánimo. Cierta vez, cuando Delio aun era pequeño, tú me escribiste una carta muy graciosa, en la que querías demostrarme cómo el pequeño se iniciaba en la… geografía y en la orientación: Me lo describías en la cama, tendido de norte a sur. Los que le hablaban, como en dirección a su cabeza, eran los pueblos que atan perros a sus carros. A la izquierda estaba la China ; a la derecha estaba Austria, las piernas señalaban la Crimea , etc. Para poder recibir esta carta tuya tuve que discutir más de una hora con el director de la cárcel, que maliciaba quién sabe qué mensajes convencionales. Tuve que discutir —se comprende— sin haber leído nada aún, tratando de adivinar a través de las preguntas, qué era lo que tú me habías escrito y qué quería decir todo aquello.

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