Por Diana Irusta.

En uno de los ensayos de Mirarse de frente, la escritora Vivian Gornick rememora una juventud previa al reinado del teléfono, donde la escritura epistolar no era un ejercicio excepcional, sino un elemento más del curso de la vida. Y, en un presente donde las charlas telefónicas ya son pasado a manos de tanto mensaje de WhatsApp, se pregunta por qué la correspondencia escrita no presentó más batalla, por qué se extinguió ese masivo y profundo ejercicio de humanidad letrada. Hubo un tiempo, destaca, en que todos, absolutamente todos, escribían cartas: los pobres y los ricos; los intelectuales y los apenas alfabetizados. El correo significaba bastante más que la posibilidad de estar comunicados; era un vínculo con la palabra que hincaba sus raíces en nutritivas texturas de lo existencial. Porque cualquier carta, insiste la ensayista, «escrita en una soledad ensimismada, es un acto de fe; asume la presencia de otro ser humano».

La voz de Gornick me acompañó las últimas semanas, mientras seguí el interesante proyecto Un océano de cartas, lanzado por el Centro Cultural España de Buenos Aires (CCEBA) junto al Centro de Documentación Epistolar del Instituto de Investigación sobre Conocimiento y Políticas Públicas de la provincia de Buenos Aires. El objetivo de Un océano de cartas es ahondar en la memoria epistolar de la inmigración española en la Argentina; busca recabar cartas, telegramas, tarjetas postales: ese universo de caligrafías, pulso, papel y expresiones que durante décadas fue parte de la vida de hombres y mujeres, en uno y otro continente. Los organizadores invitan a comunicarse a través de mardecartas@gmail.com, y se proponen recopilar y digitalizar el material que luego se subirá a un archivo participativo (el sitio sobrecartas.com). Son las pequeñas vidas las que nutren una Historia que anotamos con mayúscula y que muy a menudo arrasa con ellas; un archivo de cartas -extracto de la cotidianidad de seres que ya no están- es una vía directa a lo más íntimo del pasado.

Durante los últimos cuatro lunes, todo septiembre, se realizaron encuentros virtuales en el marco del proyecto. A través del canal de YouTube del CCEBA (https://www.youtube.com/c/cceba), varios especialistas, desde distintos puntos de vista y áreas de la expresión, abordaron los diversos rasgos de la escritura epistolar, ésa cuya elaboración implica, según Gornick, «estar a solas con mis pensamientos ante la presencia evocada de otra persona».

Estuvo, por ejemplo, el director y dramaturgo Mariano Moro. Confeso admirador de Lope de Vega, Moro viajó al Siglo de Oro español y leyó, con entonación castiza y de frente al monitor, varias de las cartas que Lope de Vega escribía con derroche de rima, métrica, figuras poéticas, ironía o vocación de fervoroso seductor.

Más acá en el tiempo, la licenciada en Letras Paola Pereira abordó el universo lingüístico de Niní Marshall y su popular personaje Cándida, la mucama gallega. En su charla, Pereira partió de la lectura de tres cartas escritas por inmigrantes gallegos entre los años treinta y cuarenta del siglo pasado, donde se mostraban dolidos por aquella representación, que juzgaban cercana al sainete y la burla. Pereira se sumergió en los diálogos de Cándida, escritos por la misma Niní Marshall, y encontró que la risa -incluso contemporánea- que despiertan no tiene que ver con la burla sino con la parodia y con una festiva reafirmación de la identidad gallega. Por su parte, la actriz, docente y artista visual María del Carmen Sánchez reconstruyó la investigación que derivó en Cartas sobre el mar, instalación que expuso en el hall del teatro San Martín en 2013. El último encuentro, dedicado a la emigración y el exilio, le fue concedido a la escritora María Rosa Lojo.

Fueron jornadas donde las voces actuales se encontraron con el eco de palabras no tan antiguas, hechas de tiempo y emoción, dignas de ser recuperadas en el múltiple e impredecible curso de la memoria.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/cartas-fueron-puente-mar-nid2463693