Querido señor Crosse:

Gracias por vuestra amable y cordial carta … El lunes 18, en consecuencia, le esperamos, y el miércoles 20 iremos todos a Broomfield. Quizá haya notado usted ya, por el tono de mi carta, que soy más que nunca la novia de la ciencia. Para mí la religión es ciencia y la ciencia es religión. En esta verdad, que siento en lo más hondo, yace el secreto de mi intensa devoción por la lectura de las obras naturales de Dios … Y cuando contemplo a los científicos y los susodichos filósofos llenos de sentimientos egoístas y una tendencia a luchar contra las circunstancias y la Providencia, me digo a mí misma: no son los sacerdotes verdaderos, sino profetas a medias, por no decir absolutamente falsos. Se han limitado a leer la gran página con el ojo material, pero sin nada del espíritu interior. Lo intelectual, lo moral, lo religioso: todo parece estar naturalmente vinculado e interrelacionado, formando una única totalidad grande y armoniosa … Que Dios es uno, y que todas las obras y los sentimientos a los que Él ha dado vida son UNO, es una verdad (también una verdad bíblica y escritural) que en mi opinión la mayor parte de la gente no ha comprendido en todo su significado, con su auténtica profundidad inconmensurable. Hay demasiada tendencia a hacer atados separados e independientes con los hechos por un lado físicos, por el otro morales, del universo. En cambio todas las cosas están naturalmente asociadas e interrelacionadas. Podría escribir un volumen entero sobre esta cuestión … Creo que además puedo revelarle que estoy sometida, en ocasiones, a sufrimientos físicos terribles. Si me acontecieran en Broomfield, quizá tenga que recluirme en mi cuarto por algún tiempo. En tal caso lo único que pido es que me dejen estar a solas. Con toda la fuerza y el poder de mi constitución enjuta, en ocasiones tiendo a sufrir dolores corporales de una intensidad o clase nada comunes, relacionados en particular con los órganos digestivos …

Sinceramente y siempre suya,

A[ugusta] A[da] Lovelace