Mi querido Sonny, cuando leas esta carta ya no estaré cerca de ti para rodearte con mi afecto. No te pido más que una cosa: olvida lo que fue Al Capone y recuérdame sólo como a un padre que te ha adorado y nunca ha querido otra cosa que tu bien. Sé que te dejo una pesada herencia: mi nombre. Pero tú considerarás tu deber de hijo imponer el respeto más absoluto a mi memoria. Sé trabajador y protege a tu madre: ahora, ella no tiene a nadie más que a ti. Sé aquel hijo que yo no he sabido ser y, sobre todo, el hombre que yo habría debido ser.