23 de diciembre, 1914 

Manuel:


Fui sólo por oírlo. No por oír mis versos (los había escuchado leer); no por aquello de los aplausos de una multitud (unos momentos sólo entre la multitud me hacen daño); por oírlo a Ud., por eso fui.

¡Si al menos lo hubiera visto! Pero ni aun eso.

No saqué de esa noche sino que una frase de Ud. sobre mis sonetos me abriera de nuevo la llaga central de mi corazón. Nada más.

En la vida ¿me huirá Ud., a sabiendas o ignorándolo, como anoche? ¿Es esto un símbolo?

Cuando yo vaya a su encuentro ¿extenderé mis brazos hacia una sombra fugitiva?

Tengo amargura. Es mejor que no siga.

Escúcheme. Necesito de Ud. una carta sin las hipocresías que le prescribí para otra. Si no llegara pronto quién sabe qué cosas se me incubarán adentro.

¡Estoy esta noche tan extraña! No me reconozco.

Un sueño suave de niño sano y puro para Ud., Manuel, en esta noche.

Lucila.

Publicada en Gabriela Mistral, Cartas de amor y desamor, Santiago de Chile, editorial Andrés Bello, 1999.Selección y recopilación de Sergio Fernández Larraín.


0 comentarios

Deja una respuesta

Marcador de posición del avatar

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *