Lugano
 
Mi querido amigo:


Acabo de recibir tu carta del 7 de setiembre y el recorte de “La Razón” por los cuales te agradezco mucho. Desde hace un mes nos encontramos en Lugano, en la Suiza italiana. 
Actualmente estoy estudiando con la intención de pasar mi examen de bachillerato en Francia, en el Midi o quizás en París. No esperamos más que el fin de la guerra (¡y no es poco, eh!) para irnos a Francia. 
Desde el punto de vista de la belleza pura, Lugano es una magnífica ciudad. El lago azul, las altas montañas formando un anfiteatro, la fila de edificios sobre el Quai, todo en fin. 
Y sin embargo, ¡oh compañero y hermano! estas bellezas no me inspiran más que spleen y hastío. Tú ni sueñas siquiera feliz habitante de tierras llanas, en la influencia deprimente que puede ejercer la proximidad de altos montes. Para expresarme fantástica y macaneadamente te diré que arrojan una sombra sempiterna sobre el espíritu, que cercan, oprimen, aniquilan, pulverizan, ahogan y aplastan. 
Los luganenses me resultan antipáticos. Son italianos puros, guarangos, gritones, compadres. Al oírlos me parece que estoy en mi país. 
Las luganenses son muy morenas y muy cursis. Es una idiosincrasia pero a mí las morochas siempre me dan la idea de sucias. Sin duda pensarás que este malhumor mío ha de tener raíces hondas y desconocidas. 
Su explicación es sencillísima: he dejado en Ginebra una muchacha de la cual estaba empezando a enamorarme seriamente. Este viaje me ha obligado a romper bruscamente con ella. Siempre nos escribimos y yo le prometí estar pronto de retomo Pero hablemos de otra cosa. 
Ayer he sido testigo de un pequeño incidente callejero. En una vidriera habían colgado un retrato más o menos idealizado del glorioso general Díaz. Se formó un grupo de gente. Una vieja desdentada y escuálida con facha alcahuetesca se detuvo ante la efigie heroica y exclamó: “Il nostro generale, quanto é bello!”…
Por hoy carissimo amici no tengo más que decirte. Me abruma un dolorazo de cabeza. Adiós y un apretón de manos de tu amigo tétrico.


Jorge Luis Borges

Poste Restante Lugano

Publicado en Cartas de un joven escritor, revista Ñ, junio de 2007


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