Exmo. Sr. Dn. Domingo F. Sarmiento.

Distinguido Señor:

Se ausentó de Buenos Aires sin decirme adiós; y hasta la fha. no tengo noticia de que haya Ud. recordado mi nombre pa’nada. En el idioma de los hechos esto quiere decir que V. no es mi amigo pero yo lo soy de Ud. y lo pruebo escribiéndole, ahora que está tan lejos de Buenos Aires, aunque en un puesto tan elevado, pero no en relación con mi posición. Deseo hablarle un poco de todo, sin que en ese todo se comprenda la política, no es de mi genio. Como lo vaticinaba yo, se fue Ud. y el marasmo se apoderó de las escuelas! Hace año y medio que no sabemos lo que sea un “examen” y sin las aspiraciones de nuestro Poncio Aguirre (Pilatos), sin las planillas del movimiento, y los informes trimestrales nos creeríamos en plenas Batuecas. Decía Ud. en uno de sus poéticos artículos sobre la educación, que los maestros de Escuela éramos “los obscuros obreros del porvenir” y yo le aseguro que apenas somos unos autómatas relegados en los últimos círculos del purgatorio social! Los Anales de la Educación murieron de apoplejía fulminante al arrojar una fosfórica llamarada a la faz de un “grande hombre”! y todo eso fue el resultado de una indigestión general! En verdad, los Anales de la Educación, esa esperanza de los que poseemos sentido común, recibió en sus inmaculadas páginas, las tiernas elucubraciones del Sr. Alarcon y “Cadde come corpo morto cadde”.
Dejó Ud., hasta el N.° 4 de ambos sexos y se han creado el 5° y el 6.° ya debe saberlo; pero lo que ignora tal vez, es que removido por Lobos el Preceptor de la Municipalidad de la Catedral al Sud; dividieron el Magisterio, y la maestra que hoy la regentea escribe, así xexos!!; fue mi ayudante, se vestía de máscara en el Carnaval y paseaba de “tarde” por la “calle”. En el 5º dicen que está una Sra. que fue lavandera; y en el 6º hay una niña de veinte años con un sobrinito de tres años! Muy feo negocio, señor Sarmiento! Será acaso mucho exigir que no se confíen las escuelas a personas de conducta equívoca, o le parece a Ud. que la moral sea una condición indispensable en el que toma sobre sí la tarea de la “educación”? o no es necesario que la voz del maestro insinúe alguna vez los sentimientos del honor en el corazón del alumno? Estoy a obscuras sobre el particular.
Publiqué al fin mi Compendio (1); en el Departamento dejé un ejemplar para Ud. con estas palabras: Al Sr. Sarmiento: recuerdo de una amiga. Le remito otro ejemplar por que tal vez allí se hayan olvidado de enviárselo. La publicación del Compendio, me ha conquistado el odio del Sr. Inspector, y el departamento se halla en serios embarazos para dictaminar en el expediente de adopción; esto a pesar de la carta del General Mitre, y de haberse subscripto el gobierno por quinientos ejemplares. Es que en materias de literatura el departamento es algo difícil; no sabían que remontar un río es navegar contra la corriente; y a pesar de invocar yo en mi abono el Diccionario de la Academia, el Inspector dice que remontar es cosa de barriletes! En “foncée” la Academia! En favor del libro, opina Luis Domínguez y otras personas incapaces de defraudar el trabajo ajeno; lo que no obsta a que yo esté hoy entre “a crus e a caldeírinha” como dicen los portugueses: he prevenido al Sr. Jefe Interino que a otra visita de desagrado del Sr. Inspector, elevo mi renuncia; pero hoy un amigo me aconsejó que no haga tal y que eleve mi queja al Gobno. del insólito proceder de este Sr. que no quiere que nadie viva sino él.
Legon acaba de publicar creo un tratado de aritmética, debe ser bueno porque es un hombre de saber.
Me ponderan la actividad de Ud. en el progreso de esa generosa provincia; consuela el corazón, saber que Ud. al frente de los destinos de su pueblo será como un padre para curar tantas heridas mal cerradas y derramar un poco de bienestar, en esa sociedad tan hondamente conmovida; Dios le de muchos años de vida para la felicidad de nuestro país; con lo que no puedo conformarme es conque Ud. ya no esté al frente del Departamento, porque si Dios no lo remedia, el edificio se derrumba; todos se interesan por las escuelas, aman de veras la educación pero es necesario la energía de una alma como la suya, y una cabeza como la suya para llevar a cabo esta grande obra de colocar el edificio de la instrucción, sobre bases sólidas e inconmovibles. Ahora, si acaso me contesta, empiece con sus bromas de siempre, y si me da carpetazo lo sentiré pero al fin no le querré mal por eso, porque nosotras las basbleu, somos unos animales anfibios, cuyo único valor es la pollera; y desde la invención de los miriñaques, ni eso, porque ya no hay mujeres sino amazonas. Soy su affma. compatriota.
Juana P. de Noronha