Adiós, Tomasa:

Perdóname todo cuanto te haya hecho sufrir por mi agitada vida, y cuanto te haré sufrir por esta, mi resolución. El caso era fatal, la situación ineludible. Vivir deprimido o morir. No creo que quedes abandonada. –
Todavía tengo confianza en la nobleza de las gentes: esto es, creo que hay todavía gentes buenas y nobles que sabrán apreciar mi sacrificios y oír mi solemne pedido, que lo hago para ti. Sí: no dudo que lo atenderán. 
Has sido la compañera de mi agitada y azarosa vida. Sé cuanto me has querido y del mismo modo te he querido yo. Debes creerme, pues, que al alejarme de ti para siempre, llevo el alma llena de sombras y dolores; voy con el corazón desgarrado y sangrando. Si algo me consuela, es esa confianza de que te hablo, de que tú no quedarás abandonada. 
Adiós, pues, otra vez, hermana querida, y otra vez perdóname. 

Extraído de Ricardo de Titto, Cartas Póstumas, Buenos Aires, editorial Norma, 2009.