Querido Mariano:
No es ésta la primera vez que te escribo y, seguramente, tampoco será la última. Ya sabés que entre nuestras formas de comunicación está, muchas veces, hacerlo por medio del papel y birome (en este caso, creo que por primera vez sí, uso la computadora).
Lo extraño es que esta costumbre de cartearnos no ha sido como consecuencia de haber estado lejos. ¡Qué paradoja! ¿No? Por lo general la gente se escribe cartas cuando está distante. Sin embargo, entre nosotros, la comunicación escrita fue parte de nuestra vida y no porque nos faltara facundia, sobre todo a vos que dijiste tus primeras palabras a los seis meses y mantenías conversaciones al año (pero esto ya te lo conté muchas veces ¡hasta tenés un casete grabado! ¿Te acordás?), sino simplemente porque tuvo su razón de ser en cada etapa. Será por eso que ambos guardamos cartas y tarjetas. Es que los recuerdos son algo así como improntas de nuestra vida en el alma, pero a veces necesitamos hacerlos visibles a los ojos, por eso las las fotos, las cartas, las películas (cuando se pudo).
Vos te estarás preguntando ¿y esta carta porqué? Bueno no voy a mentirte, fue una idea de las autoridades de la escuela, aunque vos sabés que igual que en cada momento importante de la vida te hubiese dejado algo escrito, sin embargo cabe el reconocimiento de que estas palabras lleguen a vos justo en el momento en que te entregarán tu certificado de estudios y con él el aviso de que una etapa se termina. Una etapa que tuvo sus momentos difíciles (sobre todo esto últimos para nosotros) y también divertidos. Una etapa que sé que has vivido intensamente y eso me pone feliz, pues nada se repite y la juventud (tal como te lo conté en la nota que te entregué cuando terminaste 9no. Año) es algo muy especial. Ser joven es ser intenso, diferente, positivo, noble, sincero. La juventud es una etapa llena de ideales que espero que puedas cumplir. Ya sabés que tu madre aún cree en las utopías y sueño con un mundo diferente hecho por jóvenes como vos. No renuncies a esos ideales, pero tampoco ofendas. No te creas saberlo todo, pero no te dejes humillar. Mirá a los ojos del otro sin soberbia, sí con afecto, todos necesitamos de él u podemos ser mejores con un poco de cariño.
Ahora quiero escribirte algo que leí, se llama «La cosecha» (una vez también tu abuelo, al regalarme mis primeras enciclopedias, me escribió algo similar que entendí años más tarde, él era muy sabio, por eso voy a imitarlo). Ahí va:
«Para una buena cosecha se requiere una buena semilla, buen abono y riego regular y constante. Muchos son los que tratan de encontrar soluciones rápidas y triunfos apresurados sin entender que el triunfo es simplemente el resultado de nuestro crecimiento interno y que éste requiere tiempo. Si sabes acerca de la siembra, sabrás que tú no pones la semilla, riegas con agua y luego te sientas a esperar para recoger el fruto todo en un mismo día. Aquel que cultiva la tierra tampoco se para frente a la semilla y grita con toda su fuerza: ¡Vamos crece! ¡Crece!
Para aquellos que no tienen ninguna idea acerca del cultivo de la tierra permítaseme decir algo: el gritar a la semilla no es eficaz para hacerla germinar. Hay que abonar la tierra, sembrar buena semilla, regarla regularmente… Aunque muchas veces parezca que nada está pasando no podemos renunciar… Es triste ver cuántos personajes de nuestra sociedad (políticos, funcionarios) han renunciado a este objetivo de ver la utopía de la semilla convertida en árbol y luego éste convertido en bosque y por fin aquel convertido en meta y luego en realidad productiva. Han desconocido una de las máximas con que deberían emprender con éxito la gestión delegada.
El verdadero éxito de su gestión sólo llega a aquellos que perseveran, sirven a la sociedad y saben esperar. Cuántos de nosotros, a veces, impacientemente, nos encontramos diciendo ¡¡crece!!, ¡¡crece!!, ¡vamos crece!, en nuestras propias vidas, a nuestros hijos, a nuestros alumnos, a nuestros jóvenes. Muchas veces sin tan siquiera haber puesto la semilla en la tierra o haberla abonado y haberla regado.
Es necesario comprender que nada, absolutamente nada que valga la pena sucede de la noche a la mañana».
¿Te gustó? Espero que sí, pero espero más, espero que a pesar de mis errores, que sé que he tenido, puedas crecer con toda la fortaleza de tu buena semilla.
¡Qué extraño! Siempre te nombro al Padre Menapace para decirte que te eduqué para ser águila y no ganso y hoy te hablo de semillas. ¡Que cosa con la ecología! ¿No? ¡Bueno esto último fue para sonreir un poquito, porque me estoy emocionando demasiado y ya sabés que tu madre es «la hija de la lágrima!
Te amo y siempre estaré a tu lado. Mil besos.
Mamá
Noviembre, 18 de 2001, para ser leído muy pronto.