Santiago, 23 de agosto de 1994.

Mamita:
Ayer me llegó tu carta, creo que en tiempo récord, yo tengo que pedir disculpas, el martes cuando llamaste fue una alegría tremenda, estaba en cama después de una sesión de terror con el dentista aunque el pobre es el ser mas delicado del mundo, pero yo venía de un fin de semana largo aguantando el dolor y estaba agotada. Esa mañana, sabiendo que era 16, había pensado llamarte pero tuve miedo de trasmitir el dolor de muelas por teléfono, sin embargo me hizo muchísimo bien escucharte, así que decidí escribirte al día siguiente sin falta y sin esperar que llegara la carta que me estabas mandando.
Bueno, creo que pasé una de las peores noches de mi vida, pasada la anestesia y el efecto de los analgésicos el dolor era tan fuerte que no podía ni levantar la cabeza, me dolían los huesos del cráneo como si me hubieran martillado con saña. El miércoles lo pasé dopada con todo tipo de sedantes y calmantes para aguantar hasta el jueves que tenía hora de nuevo con el dentista. Por supuesto me retó por no llamarlo, yo siempre pienso que no hay que molestar, él no podía entender por qué había tenido tanto dolor (el martes me había empezado dos tratamientos de conducto y se suponía que una vez muertos los nervios no duele más). Cuando me abrió la boca casi se muere…
– ¡Pero pichona!!! ¡te estas masticando las muelas hasta hacerlas polvo! ¡Cómo no te va a doler!
Parece que dormida apreté tanto los dientes que me partí la emplomadura de una muela que está arriba de las que me está tratando, eso con el aparato que me hicieron para no apretar puesto. Bueno, para resumir, sigo en tratamiento, el dentista está mucho más preocupado que yo, pero el dolor, aunque persiste, se ha hecho más amigable, ya me siento en camino de retorno a la normalidad. La cuestión es que me estoy masticando la calavera mientras duermo y parece que mi decisión inconsciente es hacerla polvo sin contemplaciones. Pues bien, mi decisión consciente es la de estar bien a todo trance así que mi consciente y mi inconsciente entablaron una lucha despiadada por el dominio de la situación, como esto es una telenovela por entregas, ya te irás enterando de los avances y retrocesos.
Como mi consciente no es tan tonto como podría he decidido adelantarme en algunas cosas, resulta que uno hace esfuerzos denodados, más que por estar bien realmente, por parecer bien, ese «que no se note que me estoy muriendo», bueno, acabo de decretarme triste. Eso no quiere decir que me arrastro por la casa ni que lloro en los rincones, nada de eso, pero al que se atreve a preguntarme ¿cómo estás?, le digo: triste.
Siento que di un paso adelante, que poner el asunto fuera aunque más no sea un poquito, me alivia y, más que nada, me devuelve un cierto dominio sobre la situación que en un momento creí definitivamente perdido.
Desde el principio sé que todas estas pequeñas nanas no son más que la expresión física de un dolor de otra naturaleza, ese que no se puede curar con analgésicos ni con nada, ocurre que mis dolores son más de uno y así como algunos quiero quitármelos de encima con impetu, «torcerle el pescuezo al destino», como vos decís, y poder volver a tener la autonomía económica mínima e indispensable para volver a ser yo misma y también recuperar de alguna manera a mis hijas, me pasa, también como a vos, que hay un dolor que me duele pero del que no me quejo, es un dolor que quiero y del que estoy orgullosa, un dolor, mamita, que me hace feliz, para sentirlo hay que haber tenido un padre como el mío, este dolor lo hace a él más padre y a mí más hija y sé que al fin y al cabo, este dolor no será más que una enorme alegría. Lo único que no termino de aceptar es que las cosas se den de tal manera que yo no tengo el tiempo ni en espacio suficientes para vivir mi dolor, dejar que transcurra y se transforme en cosas bellas.
Busco, dentro de mí, desesperadamente ese rincón propio que me haga feliz haciéndome también más persona, trato de escribir, con mucha timidez y muy poco resultado por ahora, no sé si voy a lograrlo pero te prometo que lo voy a intentar.
De tu carta me alegraron muchas cosas, primero y fundamental, recibirla, luego encontrarte en casa línea luchando por vivir, por vivir con este dolor, que creeme, tenemos la alegría o el privilegio de sentir. También me alegraron muchas otras cosas, las peripecias del cumpleaños de Juan León, la visita a Julia y la silenciosa batalla del reencuentro de unas hermanas a las que siempre sentí unidas más allá de las peleas y tonterías, el reencuentro con Aurora Bernárdez y que haya sido, como vos decís, seguir una charla interrumpida «hace un ratito no más». Por lo que me decís en la carta, ayer debe haber sido el encuentro real, y hubiera dado cualquier cosa por llegarme unos minutos y darle un beso a Aurora, ya no puedo jugar con sus zapatos de taco, pero me encantaría escucharla un ratito.
Por favor, no dejes que se vaya sin mandarle mis cariños.
Bueno, como verás, porque ni hago mención de ello, todavía no sale nada en el terreno laboral, tengo Santiago empapelado con mi currículum, el domingo a la noche tuvimos que ir al cumpleaños de un amigo, entre otros invitados, todos importantes, había un diputado al que Andrés conoce muy bien, en un momento me dijo…
– Bueeeno! ¿Cómo te ha ido? ¿Cómo está la porteñita? ¿Estás trabajando?
Yo dudé entre contestarle una trivialidad más al estilo british, tan de moda en estas tierras, o mandarlo a la mierda, finalmente le dije…
– Mirá, si yo fuera chilena u hombre, o, mejor todavía las dos cosas, podés estar seguro de que estaría trabajando, pero soy argentina y mujer así que no tengo trabajo.
Contestó como todos, «mañana mismo mandame tu currículum», con este van dos diputados de la Nación, más quichicientos presidentes de editorial que… «me estoy ocupando personalmente de tu asunto, linda…»
Bueno, ya te irás enterando en las próximas cartas, tengo que ir dentro de un ratito al dentista a terminar la obra de arte que me está haciendo en la boca, así que termino la carta para poder pasar por el correo ahora mismo. Tenía la intención de escribirle también a Luis Pablo (me quedé un poco preocupada), pero no tengo tiempo ahora, además quiero encontrar las cosas que a él le gusten sin que se note que me preocupo o que sé algo de su tristeza. También le tengo que escribir urgentemente al Chino, porque le debo un montón de explicaciones con respecto a el trabajo que me pidió, finalmente hoy estuve con Olga, la viuda de Antulio Lencina y acordamos algunas cosas, bueno, mañana sin falta carta a Don Amieva.
Esta vez te prometo otra carta antes de que me llegue respuesta, pero no te duermas ¡ehhh????
Dales muchos besos a las tías, entre una nanita y otra alcancé a escribirle a Chita, una carta, pobre, un tanto desmadejada y triste, pero carta al fin. Estoy en deuda con Julia y Chiqui y también con el resto de la familia, deciles a todos que los quiero mucho, especialmente a mi hermanita, de mis hijas ni te digo porque ya sabés, todo es muy poco.
Cuidate mucho, no sé si le servirá de algo, pero dale todo mi amor a Mónica y decile que en realidad se merece mucho más que eso. Te quiero mucho.
besísimos
Mariángela