Octubre 6. 1957
Apreciada Elba:
Creo que si la obra «El horizonte es curvo» tuviera que escribirla ahora, sería mucho más amarga y desalentadora. El humanismo de sus personajes, primitivo a fuerza de no ejercerlo, y ese sentimiento de absoluta tolerancia («Dices misión como quien dice destino») han cundido en mí, mal predisponiéndome de manera aparentemente injustificable.
Suceden ciertas cosas y no suceden otras que hacen pensar en una suerte de complot del destino, como si presuntivamente un ser superior me rigiera para no zafarme de la rutina. Mi malhumor es la exteriorización de mi pasiva resistencia por toda rigidez vital.
El prematuro calor contribuye a fortalecer mi desaliento. No dan ganas de meterse en una oficina, en un recinto atestado de hormigas coloradas (parecen seres humanos, pero no lo son) y compartir con ellos palabras huecas, papeles fríos, directivas, simulación.
No lamento el estar allí algunas horas del día, ya que hasta suele ser divertido. Pero me roe el temor de suponerme alguna vez convertido en un prudente bancario. Jean Anouilh dice a través de un personaje suyo: «Pronto todas mis penas se habrán marchado arrastrándose bajo las piedras y solo tendré dolores de pájaro como ellos».
En suma, he pasado una semana bastante amarga.
He ido al cine algunas veces, pero solo he visto malas películas. «Sinhué el egipcio», pesadísima, «Mi hijo Nerón», con Alberto Sordi, aburrida; «Más allá de las lágrimas»; norteamericana cien por cien
Ví «Los expedientes», obra que se representa en el Nacional Cervantes y que pertenece a Marco Denevi, toda una promesa argentina.
He aquí, bosquejada, su historia: Denevi era un vulgar empleado de la Caja de Ahorros. Un día el jefe suyo lo ve escribiendo a máquina y le pregunta qué es lo que está haciendo. «Una novela para presentar en un concurso», le dice. Pasó el tiempo y no se habló más de la cuestión. Hasta que cierta vez el jefe volvió a preguntarle: «Y su novela?» Y Denevi: «Ah, la abandoné. No tenía tiempo» «¿Cuándo cierra el concurso?» «Dentro de 15 días.» Entonces el jefe lo mira serio y le dice «Bien; a partir de este momento usted se me pone a escribir la novela, y cualquiera que le diga algo me lo manda a mí.» Resultado: Marco Denevi obtuvo el primer premio en el concurso bienal Kraft con su obra «Rosaura a las diez», que es muy buena. Gana premios y derechos por casi 100.000.- pesos. De pronto Argentina Sono Film decide hacer la primera película en cinemascope y le elige su obra. Se convierte en escritor regular de las principales publicaciones. Un día escribe una sátira teatral, «Los expedientes», y se la estrena la Comedia Nacional en el Cervantes. ¡Qué me cuentas! Y mientras, sigue trabajando en la Caja, pero ya no en su condición de vulgar empleado. Esos son destinos ¿no es cierto?
Me imagino que ya se te habrá pasado ese susto «paralizante» provocado por la aparición de ese señor en la ventana de la cocina. No puedo creer que se trate apenas de un chistoso, puesto que no le encuentro el lado cómico, máxime que si salió corriendo, él también debe haberse asustado.
La reacción de tu hermana fué heróica, pero realmente creo que cometió una imprudencia. Por fortuna, hoy estarán más tranquilos y en adelante se los ocurrirá divertido el percance. Entre paréntesis, no creí que fueras tan «asustable.» ¡Qué vergüenza!
He leído con bastante sorpresa que tienes alumnos grandes. ¿Qué sientes cuando alguno de esos muchachos te pregunta una cosa relativa al estudio y te mira de cierta manera? ¿Admites que alguno no te vea como maestra? ¿Qué pasa en tí entonces? Te pregunto porque se me ocurre que debe ser uno de los serios problemas que deben afrontar las maestras de adultos (Problemas que no te harán sentir abuela, por cierto…)
Con respecto a eso que dices («Algo raro pasa aquí…»), no sé que edad tienes, pero no creo que lleves muchos años de vida soltera para que califiques como «rara» esta circunstancia.
Pensando en el natural anhelo por la maternidad que caracteriza a las mujeres, justifico ciertas premuras. ¿Pero luego quien justifica a ese nuevo ser? Yo, por ejemplo, podría preguntarle a mis padres para qué me han concebido. ¿Qué me dirán ellos? Mi madre me dirá que quería ser madre. Ella quería ser madre. Yo soy entonces consecuencia de un afán personal. (Posiblemente ésto te parezca monstruoso -y quizá lo sea nomás-, pero es algo que me preocupa porque querría tener las respuestas prontas, por si acaso…)
Lamento desilusionarte per o de Stekel he leído algo sobre la frigidez, pero de ésto hace mucho, de manera que no recuerdo nada.
Actualmente leo «Vida de Jesús» que me lleva casi todo el tiempo del poco que dispongo para leer.
Estoy escribiendo más que nunca. Generalmente salgo del trabajo y me voy  ala biblioteca un par de horas.
En una revista femenina me publicaron un pequeño ensayo sobre la afición por el engaño, antecedentes y culpas; todo dicho muy amablemente.
La gente que piensa filmar «Sin amor» hizo ya algunas tomas de ensayo.
No hace falta que me remitas la obra en tu próxima carta. Ya iré yo por allí a buscarla. Te agradezco la crítica que me has hecho, pero te aseguro que yo no estoy de parte de Humher.
Mucho lamento que la distancia no nos permita conocernos de manera cabal, pero precisamente es la distancia la que mide la espontaneidad de nuestra relación, la atracción mutua que creo nos profesamos.  Desearía más que nada que estuviéramos juntos porque así tendríamos la pauta de que efectivamente «nos llevamos bien»
Norberto.