Dic. 20 – 1957
Elba: A tí te pone contenta algo que a mi me da rabia atroz. Mi participación gremial no hace más que ilustrarme acerca de oscuros enjuagues, de actitudes sórdidas, de palabras y promesas que esconden una intensión malsana. Te aseguro que en general nuestro gremialismo está corrompido hasta la médula. Tú dices que éste es el momento de ponerlo en manos capaces, pero yo creo más bien que ante el triste espectáculo que ofrece su estructura, la gente que posee esas manos corre a lavárselas, atemorizadas por la infección.
Días atrás se realizó en el Luna Park (estadio de box con capacidad para 40.000 personas) un acto en el que intervenían los 62 gremios que vez pasada propiciaron una huelga general. Estos tipos hicieron un minuto de silencio por el general Valle (fusilado) y otro por Evita (a las 20 y 25); vivaron constantemente a Perón, y sus oradores, ante el reclamo del público, procedieron a quitarse los sacos antes de usar de la palabra. ¡A ésto se le llama «gremialismo» en la Argentina!
El acto culminó vergonzosamente, pues la policía irrumpió en el lugar, arrojó gases y motivó la violencia. Todo lo cual, imaginarás, no hace más que desprestigiar al gobierno, logrando que esos individuos -sindicalistas a la marchanta- aparezcan como pobres víctimas de los atropellos de este nuevo «régimen.»
A mí personalmente me molesta participar de un movimiento de raíces enclenques, en el cual nada significa el aporte de voluntades más o menos bien inspiradas. Tales aportes no pesan en absoluto, y me duele que nada pueda hacer para remediar cosas que están mal, que todos ven que están mal, pero sobre las cuales parece gravitar un fatalismo inexorable.
Ultimamente he optado por ir a las reuniones y quedarme mudo. (Se discurre demasiado, se tropieza con frentes preestablecidos, con individuos que piensan en bloque y votan -aprueban o rechazan- con desconfiable unanimidad. Y la última vez, abrí la boca para decir que me iba. Salí de allí y me metí en un cine a ver una de Tarzán.
A todo ésto, los muchachos de la oficina me hacen preguntas como ésta: «Che, delegado, ¿qué pasa en los baños que no hay toallas?», o sino: «¿Es cierto, che, que viene el aguinaldo incentivado?»
Ya ves, estimada Elba, mientras tú estas orgullosa de que me ocupe de estas cosas, yo pienso en tantos sindicatos desvirtuados inescrupulosamente por señores de influencia partidaria, que un sentimiento de impotencia se posesiona de mi espíritu y me hace ver bien a las claras lo pequeño e inútil que es el hombre como ente individual, y lo imbécil y domeñable que es cuando lo ciega la ambición o la obsecuencia.
Pero este es un tema harto árido para dedicarle más espacio.
Sí, efectivamente el 17 fué mi cumpleaños. Sabrás que en mi casa no se da ninguna importancia a estos hechos (incluso se ha prescindido del postre de vainillas), y que la parentela se ha acomodado a esta indiferencia, al punto de que todos los acontecimientos domésticos pasan completamente inadvertidos.
Por la noche, cuando regresé del trabajo, mi madre y yo (mi padre está en Mar del Plata), brindamos con Coca-Cola. Una tía me llamó por teléfono pero por suerte éstos andan tan mal que en mitad de la charla se cortó la comunicación, no consiguiendo restablecerla.
Mi madre dice que tengo 26 años y que es tiempo de sentar cabeza. (Ella se cree que yo me la paso de orgía en orgía.) Pero yo le expuse unos razonamientos bastante justos por los que le demostré que yo estaba «inhabilitado» para intentar, por ahora, cualquier cambio de función social.
Te agradezco indeciblemente el hermoso regalo que significan los párrafos finales de tu carta. Me adulas, pero en homenaje a la sinceridad que nos profesamos, debo reconocer que me siento complacido de cuanto dices. Recientemente leí que Lagerkvist («El enano») dice que «el hombre necesita ser adulado, de lo contrario no llega a ser lo que debe ser, ni siquiera ante sus propios ojos.» Y más adelante: «Los poetas cantan al amor, y en eso tienen razón, porque nada como el amor necesita ser transformado en otra cosa que lo que realmente es.» ¿Qué opinas de ésto?
Cuéntame qué tal ha resultado la reunión de camaradería de que me hablaste. Considero que es un milagro que se logren estas cosas, pues tanto en mi escuela, como en el ejército, durante el servicio militar nos pasábamos planeando periódicos encuentros durante toda la vida. Pero jamás nos hemos vuelto a ver, salvo escasísimas excepciones.
Aunque no me extrañaría que no te guste, te adjunto una poesía de Neruda, que es el poeta que más admiro. Digo que quizá no te guste porque la poesía de este hombre es tan desprovista de prejuicios, es un canto tan puro a la naturaleza, que eso contradice (y lógicamente, lo reconozco) los principios de femeneidad modernos.
Dime también si tienes algún plan trazado respecto del verano. Néstor me propuso vez pasada viajar a las Cataratas del Iguazú, pero todavía no hay nada firme. Probablemente obtenga mis vacaciones para marzo.
Querida Elba: espero con mucho interés que te vaya bien en los estudios, y te reitero lo que ya te dije una vez: escríbeme solamente cuando no tengas otra cosa que hacer.
Me apenaría constituir un obstáculo en el panorama de tus propósitos. Es algo que no quisiera reprochármelo nunca.
Hasta la próxima.
Norberto