Sept. 24 1957
Estimada Elba:
Por fin, después de tanto, tendrás oportunidad de leer esta genial expresión de teatro moderno. Mi natural humildad me impide extenderme en otras consideraciones, pero mis contemporáneos, poseídos del demonio de la crítica, ya lo están haciendo, y en qué forma.
Tú comprobarás que la pieza no da para tanta discusión; que es bastante débil y un tanto oscura. Pero todo ésto me lo dirás tú en tu próxima carta.
Estoy seguro que influye en mi inadaptación el hecho de ser hijo único y el de haber sido criado en un estrecho ambiente de cariño. Llegué pues a los 18 años un poco torturado por el deseo de evasión. Es un sentimiento que priva en mí desde entonces y que se robustece cuando asoma el veranito en esta ciudad que apesta a gas-oil.
Comprendo a tu padre. Es terrible vivir poseído por una ambición material. Yo creo que cuando uno ansía tan intensamente ser favorecido por la buena estrella, no consigue sino descorazonarse, y acaba renegando de su suerte.
En mi familia también hay casos de jugadores consuetudinarios. Pienso que es un «Hobby» estimulante si su práctica no es muy exagerada.
A mí el azar no me ha dado nunca un solo centavo. Juego solo a la ruleta porque me entretiene; porque es una linda aventura, aunque en verdad tan solo arriesgue unos pesos.
Y no quiero molestarte más, ya que te espera un buen rato de lectura.
Te pido que me lo guardes; no me queda ninguna copia porque las otras dos las envié a «Los independientes», un elenco vacacional que propicia un concurso de autores nacionales.
Escribime porque tu opinión me interesa sobremanera. Y te aseguro que tienes motivo para sentirte importante! (Quizá sea porque eres importante para mí.)
Hasta la próxima.
Norberto