Doctora Gianibelli: vea, sigo con un poco de carraspea y levemente flemático, pero en general me siento mejor, bastante recuperado. Eso sí, sigo tomando el brebaje, a razón de unas diez cucharitas diarias.
Por estos días he debido exigirle a mi garganta un gran esfuerzo, ya que no paro de dialogar con tirios y troyanos de la política. Todavía estoy un poco sorprendido por los resultados de la primera vuelta, demostrativa de que la ciudadanía engañó a los encuestadores. Mi teoría es que el éxito de Vidal se debe, también (ojo, dije también), a la ayudita gratis recibida de la presidenta. Sin duda, la candidatura del impresentable Aníbal constituyó un gran aliciente para la oposición.
Ahora estamos sumergidos en una bochornosa campaña sucia, y mi más reciente teoría (tengo montones de teorías) es que obedece a la desesperación que cunde en el oficialismo y que, paradójicamente, opera en favor de Macri. Lo cierto es que, para mi gusto, la opción Scioli o Macri explica la mediocridad que caracteriza a nuestros cuadros dirigenciales. Ninguno de los dos merecería el título de «estadista» y ni siquiera el de «caudillo». Pero, aun así, votaré por Macri, el tandilense, para no romper una larga tradición, la de no haber votado nunca en blanco (por una cuestión de principios).
Divertida tu anécdota como donante de orina. Y demostrativa de la escasa conciencia cívica tu diálogo con la señora mayor que piensa en «su» 82 por ciento. Muchísima gente privilegia sus conveniencias personales y no la suerte del país.
Para sumar a tu lista de películas que no deberías perderte, acabo de ver «El patrón» (con Furriel) y «Marguerite», francesa, basada en el hecho cierto de una pésima cantante lírica. Muy buenas las dos.
Doctora, mucho gusto. N.