Elba: yo sé que a uno se le desgarra el espíritu cuando un pariente querido se nos va. Pero es señal de inteligencia zurcir (y/o remendar; y/o emparchar) ese espíritu lo antes posible. Espero que estés abocada a esa tarea.
Creo estar bastante recuperado de mi trastorno pulmonar, al cabo de una semanita de antibióticos. Anteayer fui a una farmacia y me vacuné contra la gripe, y pasado mañana tengo turno con un neumonólogo del Hospital Alemán.
Hace diez días este cacharro sufrió un gravísimo desperfecto, por lo que hubo que tirarlo por la ventana y comprar uno nuevo. Te estoy escribiendo desde el engendro flamante, que acaban de instalar en esta oficina.
En cuanto lea la tracalada de mensajes que se han ido acumulando emprenderé la complicada tarea de retomar mi novela. Ya casi no me acuerdo en dónde estaba y qué ideas tenía para seguir adelante. Se me hace cuesta arriba venir acá todos los días, ya que habitualmente tengo otros quehaceres. Mañana, por ejemplo, iré con Graciela al teatro a ver «Nuestras mujeres», con Francella, Puig y Marrale.
Por supuesto, he leído la conmovedora (y emocionalmente sincera) carta de Virginia, una muestra elocuente de gratitud filial. Mandale un cariño de mi parte.
Los asuntos políticos los dejamos para otro día. El panorama pinta espeso y no se vislumbra la necesaria coherencia en la gestión de Gobierno. Por otra parte, la Justicia parece tener designios inescrutables, como los de Dios.
Abrazo. Cuidate de esos fríos que suelen aquerenciarse y hacer pata ancha en tu pueblito. Norberto.