Buenos Aires, año 1978, Querido Charlie:

Quizá llamándote Charlie te acordarás del pibe de 13 años que vivía en Nueva York, que era argentino y tocaba el bandoneón. Además trabajó de canillita contigo en El día que me quieras. Te puse Charlie cuando me preguntaste en tu casa cómo se decía Carlitos en inglés, ¿Te acordás cuando te llevé un muñeco de madera que había tallado mi viejo? Esa mañana me dedicaste dos fotos, una para Vicente Piazzolla y otra para «el simpático pibe y futuro gran bandoneonista». De 1934 a hoy, 1978, pasaron 44 años, y realmente no te fallé. ¿Te acordás cuando me llevabas a tus filmaciones en los estudios Paramount de Long Island? Febrero de 1934, la peor nevada del año, dos metros de alto y 10 bajo cero, y yo tu traductor de piropos a las pibas que te querían conocer. Nunca olvidaré las dos bicicletas que agarramos con Tito Lusiardo y rompimos tratando de entrar en calor. Por las tardes solía acompañarte a que te compraras ropa en las grandes tiendas de Nueva York. Recorrimos Sacks, Macys, Florsheini y al fin compraste tus dichosas camisas con rayas verticales y horizontales. Docenas de ellas, zapatos de charol, borsalinos, etcétera, como si te sobrara la guita. Te mostré toda mi ciudad (estaba orgulloso de saber tanto; también… hacía once años que vivía allí), sobre todo mi barrio, Greenwich Village, adonde te llevaba a conocer las mejores cantinas italianas, y vos, con problemas de busarda, te cuidabas; sin contar las veces que viniste a casa donde probaste los ravioles de la nonina Asunta además de un final de buñuelos de membrillo. ¡Cómo te gustaba comer bien! Jamás olvidaré la noche que ofreciste un asado al terminar la filmación de El día que me quieras. Fue un honor de los argentinos y uruguayos que vivían en Nueva York. Recuerdo que Alberto Castellano debía tocar el piano y yo el bandoneón, por supuesto para acompañarte a vos cantando. Tuve la loca suerte de que el piano era tan malo que tuve que tocar yo solo y vos cantaste los temas del filme. ¡Qué noche, Charlie! Allí fue mi bautismo con el tango. Primer tango de mi vida y ¡acompañando a Gardel! Jamás lo olvidaré. Al poco tiempo te fuiste con Lepera y tus guitarristas a Hollywood. ¿Te acordás que me mandaste dos telegramas para que me uniera a ustedes con mi bandoneón? Era la primavera del 35 y yo cumplía 14 años. Los viejos no me dieron permiso y el sindicato tampoco. Charlie, ¡me salvé! En vez de tocar el bandoneón estaría tocando el arpa. Empieza una nueva época en mi vida. Volvemos a Mar del Plata en el 36. Me agarra el flechazo de la música y estudio locamente el fuelle. Mi bandoneón y yo nos vamos a Buenos Aires y debuto con Aníbal Troilo. ¿Sabés quién era Troilo? Él era vos tocando el bandoneón. Es como decir: tu continuador. Estábamos en 1939 y hacía 4 años que eras Dios. Tus filmes y discos subieron desesperadamente. Ahora los giles descubren que cantabas bien. Se acuerdan de aquel momento en que preferían escuchar a otros cantores. Tu teatro estaba vacío. Tu ida a Europa fue premonitoria y tus presentaciones son cada vez más importantes. Después los Estados Unidos, tus filmes, Hollywood, Centroamérica y Medellín, el fin de la ruta. Sabés una cosa… a mí tampoco me gusta el avión, menos esa catramina que tomaste vos. Pero… después de tu ausencia comienzan a aparecer los nuevos personajes de Buenos Aires. Charlie… le arruinaste la vida a los cantores, esos que solían decir: Menos mal, se fue Gardel y hay más laburo para nosotros y otros contestaban: Guarda, muchachos, que quedan los discos. Aprovechando este momento aparece una nueva clase social: las viudas de Gardel, personajes que compraban o tenían tus discos. Automáticamente se hacían locutores de radio y «críticos»; además todos decían que eran amigos tuyos y nunca te habían visto en la vida. Esta gente que tiene su clan formado en toda la Argentina, Uruguay, Colombia, Venezuela y muchos países más, hace casi 45 años que viven gracias a vos. Pero allí no termina la cosa. Después de 1936 nacen los Gardelianos, Gardelones, Gardelitos o Gardeluchos. Son unos bichos raros que usan tu sonrisa, tus mismas pilchas, tu misma manera de andar y de hablar, pero lo que no pueden hacer es cantar como vos. Charlie, sé que estarás muriendo de risa, no es para menos. Te puedo decir que la mayoría de los cantores quisieron ser Gardel, y Gardel fue todos. Aquí se ha corrido la bola de que tus discos ensayan de noche, por eso cada día cantás mejor. Te cuento una linda, Charlie. Ciertos profesores de canto del Teatro Colón hacen escuchar tus discos como modelo de canto, y estoy seguro de que siempre estarás mirándonos de allá arriba y pensarás que te hubiera gustado cantar los grandes tangos del 40: además yo hubiera escrito para vos y te hubiera hecho los arreglos y tocaría el bandoneón. Matamos, Charlie. Lo único que no quisiera usar en la orquesta es el arpa. Allá tendrás una colección de todos los colores Vos que conocés a los ángeles, ¿por qué no les pedís que cambien el sistema y metan algún bandoneón en la orquesta? Mirá que están el gordo Pichuco, Maffia, Laurenz. Me estoy entusiasmando demasiado y prefiero esperar un poco para ser yo quien organice esa orquesta. Me voy a trabajar, o sea, como se dice hoy, «tengo un recital». Voy a pensar en el pibe Piazzolla cuando vos le dijiste: «Ahora poné la música de Arrabal amargo y dale con todo». Era la primavera del 35 y había nacido el dúo Gardel-Piazzolla. Soy un tipo de suerte. Algún día nos encontraremos en el último piso. Esperame, pero… no te mueras nunca.

A.P.