Sentado junto a la chimenea, en soledad y tristeza, se produjo el siguiente diálogo entre mi Cabeza y mi Corazón.

CABEZA. Bien, amigo, te veo bastante afectado.

CORAZÓN. Soy en efecto el más desgraciado de todos los seres de la Tierra. Abrumado por el pesar, cada fibra de mi organismo está más tensa de lo que naturalmente es capaz de soportar; afrontaría con gusto cualquier catástrofe que me incapacitara para sentir o temer.

CABEZA. Estas son las consecuencias eternas de tu calidez y precipitación. Esta es una de las tribulaciones a las que siempre nos llevas. Y confiesas de hecho tus locuras, pero aún las estimas y abrazas; no cabe esperar reforma donde no hay arrepentimiento.

CORAZÓN. ¡Ay, amigo mío! Este no es momento de censurar mis debilidades. ¡La fuerza del dolor me ha hecho pedazos! Si tienes algún bálsamo, úntamelo en las heridas; en caso contrario, no las sometas a nuevos tormentos. ¡Ahora perdóname en este momento de espanto! En cualquier otro atenderé con paciencia tus admoniciones.

CABEZA. Antes al contrario, yo nunca experimenté que el momento de la victoria fuera, en tu caso, el de atender a mis amonestaciones. Mientras estás sufriendo el efecto de tus locuras quizá puedas llegar a tomarlas en consideración; pero cuando el paroxismo ha pasado, entonces imaginas que nunca volverá. Así pues, por dura que pueda resultar la medicina, es mi deber administrarla …

CORAZÓN. ¡Que el cielo me abandone si lo hago!

CABEZA. Quería hacerte comprender cuán imprudente resulta entregar sin reservas tus afectos a objetos que vas a perder tan pronto y cuya pérdida, cuando se produzca, te causará tales espasmos de dolor. Recuerda qué pasó anoche. Sabías que tus amigos se marcharían de París hoy. Esto ha sido bastante para que te dominara la angustia. Toda la noche nos has estado lanzando de un lado de la cama al otro. Sin dormir, sin descansar … Para evitar estas penalidades eternas a las que no dejas de exponernos, debes aprender a mirar hacia delante antes de dar ningún paso que pueda perjudicar nuestra paz. En este mundo todo es materia de cálculo. Avanza luego con cautela, con una balanza en la mano. Pon en un platillo los placeres que cualquier objeto pueda ofrecer; pero sé justo y pon luego en el otro las penas que seguirán, y observa qué pesa más. Conocer a una nueva persona no es un asunto indiferente. Cuando se te proponga una nueva relación, contémplala en todas las facetas. Sopesa qué ventajas te ofrece y a qué inconvenientes te podría exponer. No muerdas el cebo del placer hasta haberte asegurado de que no oculta un anzuelo. El arte de la vida es el arte de evitar el dolor; y el mejor piloto es aquel que navega más lejos de las rocas y arrecifes que lo rodean. El placer siempre aguarda ante nosotros; pero la desgracia se encuentra al lado mismo de nosotros: mientras buscamos aquel, nos topamos con esta. El medio más efectivo de hallarse protegido frente al dolor es retirarnos a nuestro interior y procurar por nuestra propia felicidad …

CORAZÓN. ¿¡Hay placer más sublime que fundir nuestras lágrimas con alguien golpeado con dureza por la mano del Cielo!? ¡Vigilar el lecho del enfermo, entretenerlo en sus momentos de tedio y de dolor! ¡Compartir el pan con alguien privado de todo por el infortunio! En este mundo hay sin duda miseria en abundancia; para aliviar la carga debemos llevarla entre los dos … Cuando la naturaleza nos asignó el mismo habitáculo, nos dio sobre él un gobierno dividido. A ti te encomendó el campo de la ciencia; a mí, el de la moral. Cuando hay que cuadrar el círculo o trazar la órbita de un cometa; cuando se va a investigar cuál es el arco de mayor fuerza o el sólido de menor resistencia, entonces abordas tú el problema; te pertenece; la naturaleza no me ha dado conocimiento alguno al respecto. De la misma manera, al haberte negado a ti los sentimientos de simpatía, de benevolencia, de gratitud, de justicia, de amor, de amistad, te ha negado todo control sobre estos. Les ha adaptado, por el contrario, el mecanismo del corazón. La moral era esencial para la felicidad del hombre, demasiado como para arriesgarla a las combinaciones inciertas de la cabeza. En consecuencia ha puesto los cimientos en el sentir, no en la ciencia. Hay cosas que dio a todos, por ser necesarias para todos; y cosas que dio solo a unos pocos, pues con unos pocos bastaba. Tengo constancia de que pretendes la autoridad para controlar con soberanía nuestro comportamiento en todas sus partes; y el respeto por la gravedad de tus proverbios y máximas, el deseo de hacer lo correcto, a veces me han inducido a conformarme con tus consejos … Si nuestro país, cuando se le imponían agravios a punta de bayoneta, hubiera estado gobernado por las cabezas, y no los corazones, ¿dónde estaríamos ahora? Colgados de una horca tan alta como la de Amán.* Tú empezaste a calcular y a comparar riqueza y números: nosotros vertimos unas cuantas pulsaciones de nuestra sangre más caliente, opusimos entusiasmo a la riqueza y los números, pusimos nuestra existencia en peligro cuando el peligro parecía amenazarnos, y salvamos nuestro país; y al mismo tiempo justificamos los caminos de la Providencia, cuyo precepto es hacer siempre lo correcto y dejarle las cosas a ella. En suma, mi amigo, en todo cuanto puedo recordar, no me consta que jamás hiciera algo positivo por sugerencia tuya, ni algo sucio sin haber mediado esta. Así que en adelante me niego a que interfieras en nada en mi provincia. Llena papeles como te complazca, con triángulos y cuadrados; examina de cuántas formas puedes colgar y combínalas todas … Si nosotros no somos inmortales, amigo mío, ¿cómo podemos esperar que lo sean nuestros gozos? No tenemos rosa sin su espina ni placer que no mengüe. Es la ley de nuestra existencia y debemos someternos.