Al señor general Cabanellas 
Burgos, España.

Un joven poeta que era el honor y la gloria de las letras de habla hispana -Federico García Lorca- ha sido salvajemente ultimado en tierras de Andalucía por hombres que directa o indirectamente actúan a sus órdenes. No sabemos si los autores de su muerte son soldados marroquíes o los mercenarios internacionales que constituyen el grueso de sus tropas. Sólo sabemos que a la sombra de la bandera que pretende reivindicar el esplendor de las antiguas glorias españolas, ha sido brutalmente apagada una de las voces más puras y nobles de la Nueva España.
En nombre de la civilización y la cultura ultrajadas con ese crimen injustificable, nosotros, escritores argentinos identificados con la causa de la civilización, que encarnan en este momento las armas de la República, protestamos ante Vd. con nuestra máxima vehemencia y le decimos que la noble sangre de Federico García Lorca, que solo corrió impulsada por el amor a la belleza y a la justicia, ha puesto una nueva mancha, imborrable esta vez, sobre las espadas culpables de su muerte. 

Firman: González Carbalho, Aníbal Ponce, Enrique Amorín, María Rosa Oliver, Elías Castelnuovo, Córdova Iturburu, Alejandro Castiñeiras, Víctor Juan Guillot, Rojas Paz, Aristóbulo Echegaray, Arturo Orzábal Quintana, Álvaro y Gervasio Guillot Muñoz, José Portogalo, Edmundo Guibourg, Luis Reissig, César Tiempo, Samuel Eichelbaum, Deodoro Roca, Silvia Guerrico, Ernesto Giudici, Rodolfo Aráoz Alfaro, José P. Barreiro, Carlos Mastronardi, Luis Saslavski, Faustino Jorge, Álvaro Yunque, Eugenio Julio Iglesia y Jorge Luis Borges.


Publicado en el diario Crítica de Buenos Aires el 25 de agosto de 1936.