Domingo, 7.30 h.

        He esperado todo el día el momento de verlo esta noche. No pude hacer nada más que eso. Quería hablarle de tantas cosas.

        Al volver a casa de los Maritain, donde me había refugiado, encontré sus líneas. Hace mucho tiempo que debería haberlo obligado a ver otro médico y a hacer exactamente aquello que le habría ordenado a hacer. Aun cuando usted me hubiera detestado.

        Es absurdo, Roger, que usted se cuide tan poco. Es estúpido: eso le impedirá trabajar (y eso a usted le atrae más que todo el resto, ¿no?).

        No, no quiero estar resentida con usted; le pido perdón por soportar tan mal el deseo que tengo de verlo, eso es todo. Pues lo soporto muy mal. Por ejemplo, ahora quisiera poner una distancia material entre nosotros. Quisiera irme de aquí. Esta pequeña distancia me exaspera, me desespera. Estoy segura de que usted dormirá aquí.

        Mañana atenderé su teléfono para organizarle una jornada.

        Un abrazo. Yo tampoco dormiré.

V.