Junio de 1935

Hospital Sheppard-Enoch Pratt
Towson (Maryland)

Queridísimo y siempre


Queridísimo Scott:


Lamento que no hubiera más que un cascarón vacío para recibirte. La idea del esfuerzo que has hecho por mí, el sufrimiento que ha causado esta nulidad sería insoportable para cualquiera salvo para un mecanismo completamente vacuo. Si yo tuviera sentimientos serían todos de gratitud a ti y de pena por el hecho de que de toda mi vida no quede el más pequeño vestigio del amor y la belleza con que empezamos para ofrecértelos al final.
Has sido tan bueno conmigo… y cuanto puedo decir es que existió siempre esa corriente más profunda en mi corazón: mi vida: tú.
¿Recuerdas las rosas del patio de los Kinney… eras tan amable y yo pensaba «es la persona más encantadora del mundo» y tú dijiste «cariño». Aún lo eres. La tapia estaba húmeda y cubierta de musgo cuando cruzamos la calle y dijimos que amábamos el sur. Yo pensaba en el sur y en un pasado feliz que nunca tuve y creía que era parte del sur. Tú dijiste que amabas esta tierra preciosa. La glicina de la cerca era verde y la sombra era fresca y la vida era vieja.
Me gustaría haber pensado alguna otra cosa, pero era una idea cómplice, romántica y nostálgica. Cuando me quité el sombrero tenía el cabello húmedo y me sentía segura y hogareña y a ti te complacía que me sintiera así y fuiste respetuoso. Volvimos a casa radiantes y felices todo el camino.
Ahora que ya no hay ninguna felicidad y el hogar ha desaparecido y ni siquiera existe pasado ni emoción alguna más que las que sean tuyas donde pueda haber algún consuelo: es una pena que nos hayamos encontrado en desabrimiento y frialdad donde una vez hubo tanta ternura y tantos sueños. Tu canción.
Me gustaría que tuvieras una casita con malvas y un sicomoro y el sol vespertino encajado en una tetera de plata. Scottie correría por algún sitio en blanco, en Renoir, y tú escribirías docenas de libros. Y aún habría miel para el té, aunque la casa no estuviera en Granchester.
Me gustaría que fueras feliz, si existiera la justicia lo serías, quizá lo seas de todos modos.
Ay, Do-Do
Do-do.


Zelda

Te quiero de todos modos, aun cuando no exista ningún yo ni ningún amor ni siquiera vida alguna.
Te quiero.

Publicada en Cartas de amor y de guerra (1919-1940) , Barcelona, Grijalbo-Mondadori, 1994