Palabras mayores recopiló la historia de amistad/amor entre Elba y Norberto y nos cuenta un poco sobre su intercambio epistolar.

Sentir la textura del papel, el olor de la tinta, la forma en que las letras se entrelazan para formar palabras que no sabemos cómo impactarán al final de la lectura. El ritual de cartearse con un amor, a veces no correspondido, en otras ocasiones sí. El intercambio de palabras en tiempos donde hablar era un riesgo de vida, la incertidumbre de saber si esos mensajes llegarían a destino.

Hace unas semanas vi una película en Netflix que se llama “La última carta de amor”, y narra la historia de dos personas que se conocen y sostienen un romance apasionado que se distorsiona por malos entendidos pero que trasciende el tiempo. Esa llama se reaviva, luego de que una periodista encontrara una carta con un final inconcluso  y su intuición la llevara a investigar y esclarecer, en paralelo, parte de su presente.  

A los pocos días de haber visto esa película, me entero de un taller en la ciudad, de forma virtual, que se daba en el Centro Cultural Parque de España sobre archivos epistolares y fue de esa forma que todas las piezas encajaron: había que crear una sección, en este newsletter, dedicada a las historias de adultos y adultas mayores que se escribieron o escriben por carta, mail o como Palabras Mayores, que llega por este medio.  

Para encarar esta idea me comuniqué con Belén del Centro de Documentación Epistolar y me orientó en la búsqueda ¿Se imaginan un mar de cartas? Bueno, vamos a preparar los trajes especiales y a zambullirnos y bucear en esa inmensidad 

Mar del Plata, febrero de 1957. El viento fresco levanta arena y salitre. La estación del año y el carnaval activan el ambiente y motivan la seducción. Cientos de personas disfrutan del tiempo de ocio y la vista al mar. En ese contexto se conocieron Elba y Norberto, cada uno con sus respectivos amigos. Iban caminando por la avenida Luro y los cuatro detuvieron el andar para charlar. Al despedirse y tras un encuentro exitoso, acordaron para verse al día siguiente en La Perla.  

Antes no había Whatsapp y el teléfono fijo era un lujo, por lo que sostuvieron el contacto a través del correo postal. El intercambio fue inmediato y lo que comenzó con una simple salutación a Elba por su cumpleaños, se materializó en 179 cartas manuscritas y luego a través del mail, en distintos periodos de tiempo. 

Así comenzó este carteo intenso que duró 24 meses pero que quedó en el mundo de las palabras e ilusiones, ya que cada uno tomó rumbos diferentes. 

No sé como Elba lo habrá llamado pero sospecho que muchos de los y las que están leyendo este newsletter ya tienen una opinión bastante formada. Así que vamos a dejarlo en el terreno de la imaginación. 

La paciencia de ese intercambio, el cuidado de las formas y el inevitable punto final hicieron que las buenas intenciones quedaran atesoradas en un cajón de Elba y que las desempolvará, años más tarde y ya con una familia formada, cuando su hermana, le avisa que un tal Norberto llamó por teléfono buscándola.  

54 años y 179 cartas después, se retomó ese vínculo epistolar pero en esta oportunidad, a través del correo electrónico. 

“Si tenés ganas, sigamos charlando, habida cuenta de que las comunicaciones son ahora más fluidas, no hay que pegar sobres ni estampillas ni ir al buzón (aunque debamos confiar en que esta tecnología no se ponga caprichosa). Muchos cariños, Norberto”. 

Lamentablemente este nuevo vínculo duró hasta 2017 cuando Norberto fallece pero con la tranquilidad de haber cerrado un ciclo de palabras y poder decir todo aquello que sentían. 

La historia de Norberto y Elba pudo haber sido la de cualquiera pero el registro la hace diferente. Por suerte, hay cosas que el fuego no puede llevarse y hay otras, que puede transformar, como este vínculo, que nació como un romance trunco de verano pero que el tiempo, ni la distancia, ni la muerte pudo destruir. 

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