Nacida en Lanús (provincia de Buenos Aires) en julio de 1949, vive actualmente en la ciudad de Buenos Aires. Es escritora. Publicó, entre otros, ¿Quién conoce a Greta Garbo?, Octubre, un crimen, El misterio de la casa verde y El lugar perdido, por el cual recibió el premio Clarín. En todos estas novelas, curiosamente, hay cartas. La entrevista se desarrolló en un bar del barrio de San Telmo, en la ciudad de Buenos Aires, el 2 de agosto de 2012.
CENTRO DE DOCUMENTACIÓN EPISTOLAR
¿Qué pasa con las cartas?
NORMA HUIDOBRO
Una
de las primeras cosas que pienso cuando pienso en las cartas es el
misterio. La carta va junto con el misterio. Eso que pienso no es algo
que tenga tanto que ver con lo cotidiano o con lo vivido en el pasado,
yo no escribí cartas de chica, ya no era tan habitual como lo era para
mi abuela, ni siquiera para mi mamá. En mi época sólo se escribía en la
escuela, había modelos de cartas, aprendías dónde se encabezaba el
remitente, el destinatario, etc. Para mí la carta tiene que ver con lo
literario. Yo escribí muchos libros y muchos de ellos tienen cartas,
pero para los argumentos yo prácticamente no saqué nada de la realidad,
yo saco todo del montón inmenso que tengo en la cabeza de películas,
novelas, etc. Entonces las cartas tienen que ver con eso, con la
ficción. Pero como decía, siempre asocio la carta con algo misterioso. A
lo mejor tiene que ver con que sólo tenés un papel escrito, sólo tenés
la carta y nada más del resto. Eso invita a la imaginación.
CDE
¿Qué recuerdo biográfico tiene en relación con las cartas?
NH
Uno es el de mi abuela. Recibía cartas de España y las leía
en voz alta. Yo le preguntaba muchas cosas, quería saber qué había ahí
adentro. Recuerdo que las estampillas tenían la cara de Franco… No
sabía quién era. Por parte de la familia de mi mamá no había cartas,
estaban todos acá, no había ni siquiera una distancia de una provincia a
otra como para escribirse. Las que tienen más conexión conmigo son las
cartas de vacaciones. Las postales que mandaba con algo escrito atrás. O
una cartita. El otro día encontró mi hermana en el altillo de la casa
de mis padres y estaba dirigida a mi mamá. La había escrito yo, sería
adolescente. Creo que fue una vez que fui a Mar del Plata con una amiga
y le mandé una cartita. Para mí era una cosa rara.
CDE
¿Y de tu vida como lectora, qué recuerdo ligado a las cartas?
NH
“La carta robada”, por supuesto. Todos los recursos que aparecen en
ese cuento te sirven mucho a la hora de escribir. En una de mis
novelas, en Sopa de diamantes, utilizo uno de ellos. El
personaje es una adolescente que pasa sus vacaciones de invierno con su
abuelo en Capilla del Monte. El abuelo está acostumbrado a jugar al
póker con sus amigos y ella también. Ese hecho de estar jugando al
póker -carta epistolar y carta naipe-, me sirvió para la resolución.
También cuando pienso en la literatura epistolar como lectora pienso en
Wilkie Collins, que es un autor que me encanta y tiene un montón de
cartas. En La piedra lunar hay cartas, no me acuerdo si en La dama de blanco, la leí hace mucho y siempre la quiero releer. ¡Me estaba olvidando de Boquitas pintadas,
el papel de la carta allí es maravilloso! Quisiera escribir algo así,
usando sólo cartas, pero nunca lo hice. Para usar las cartas te tenés
que situar en otra época, porque ahora es imposible. Lo que tiene esa
novela de Puig, como tantas de él, es que no hay narrador. Las relaciones peligrosas es otro. Todos tienen ese lado también, del chusmerío, que por supuesto también invita tanto la carta.Y la posibilidad de mentir. Precisamente en El misterio de la casa verde,
hay todo un equívoco, el personaje, el nene, cree que está hablando
con otro nene, por que no se ven. Son mails simplemente, entonces aquel
con quien se habla puede ser cualquier cosa. Estaba pensando también en
Marco Denevi, Rosaura a la diez. Rosaura le escribe cartas a Camilo, en la pensión, aunque después se sabe que no son del todo ciertas, ¿no?
CDE
¿Por qué las cartas son un lugar común de tu literatura?
NH
Sí, son un lugar común: en ¿Quién conoce a Greta Garbo? ; y El misterio de la casa verde, aunque
en este último son mails. También tengo un cuento que se llama “Te
espero en la plaza”, donde los personajes son dos nenes de 11 años,
chicos de 5to. grado más o menos. Todas las chicas de la escuela están
enamoradas de un chico, el más lindo digamos. Los demás varones pierden
porque nadie les lleva el apunte. Ese nene es el mejor en todo. Uno de
los perdedores quiere reconquistar a la que alguna vez fue su amiguita
del jardín. Entonces, piensa como hacer para deshacerse del estúpido
ese, del lindo. Al nene perdedor, se le ocurre robarle un papel a su
hermana, que era originalmente para pegar una foto arriba, de esos que
tienen flores y pájaros pintados. Y le escribe un mensaje a la nena,
“te espero en la plaza” y firma con el nombre del nene lindo. Entonces
él sale con su perro, y ella también sale con su mascota, porque duda
de que el lindo la haya invitado. Lleva el perro para cubrirse en caso
de que sea mentira y él por las dudas de que la chica no aparezca. Se
encuentran por fin, y como la perrita de la nena estaba en celo, hay un
romance entre los perros. La cuestión es que a través de una nota
falsa, de la mentira, que traté de que no se notara que la escribió el
chico, recupera a su amiga. La ficción es una reverenda mentira y la
carta entra dentro de eso.
CDE
En tu escritura, ¿qué te potencia la carta para la trama y qué te coarta?
NH
Bueno, por esto que hablábamos del misterio y de la mentira, y que permite jugar con los malentendidos… En La mujer del sombrero azul,
el personaje encuentra un libro con algo escrito, y de ahí comienza la
investigación. Me dan pie para armar una historia, para mentir, para
crear malos entendidos. En el caso de El lugar perdido ,
es diferente, porque es una comunicación entre las dos chicas. Es la
carta del final la que me permite jugar con el desenlace. A su vez, las
cartas para el la chica que se quedó en su pueblo representan un mundo
desconocido, el mundo sexual, que es lo que ella defiende del
torturador. Es el puente entre dos mundos, un pueblito perdido y Buenos
Aires.
CDE
Un vez ud. contó que había reescrito esa novela y había ubicado de manera distinta a las cartas.
NH
Sí, es una anécdota que tiene que ver con que yo ya había
presentado la novela al premio y no la habían elegido. Entonces pensé
que era porque había puesto todas las cartas juntas adelante. Y me dije
“uy, habrán leído las cartas y se aburrieron”. Me di cuenta de que
cada carta tenía que ver con algún momento y lo rescribí con las cartas
entrelazadas con el relato, y después gané, así que pensé que fue por
eso. Yo en realidad empecé escribiendo las cartas con la idea y con el
final en la cabeza. Lo primero que escribí fueron las cartas y eso
sería lo que ella iría a defender del torturador. Para escribir esas
cartas debía pensar muy bien en la relación de las dos chicas: ella en
su pueblito peleada con su abuela, y la otra que vivía en Buenos Aires,
enamorada de un joven. Y como era la época de la dictadura, como él
estaba perseguido, también la buscaban a ella, y la buscaban a través
de las cartas. Iban a encontrar las cartas en Buenos Aires y se iba a
armar toda esa búsqueda. Empecé con las cartas y después con lo demás.
Siempre supe que no iban a ser cartas solas.
CDE
¿Por qué crees que te fue más sencillo empezar por las cartas?
NH
Yo traté de meterme en la cabeza de las dos chicas a través
de las cartas. Más difícil fue meterme en la cabeza de él. Pero son
cosas que se fueron dando con la escritura, sólo sabía que era un
torturador, no sabía que me iba a ir a su infancia y demás. No sabía
dónde iba a parar, tampoco lo quería justificar. Y se construyó de esa
manera. Lo más interesante es lo que va saliendo con la escritura.
CDE
En la novela sólo hay fragmentos de cartas. En la primera versión primera, ¿estaban las cartas completas?
NH
No, era igual. Hacía una y después ponía una línea de puntos y
pasaba a la otra. Sin fecha. La fecha era la que determinaba el
conjunto en el que se encontraba, porque se agrupaban por época. Me
convencí de que eso podía resultar medio pesado. Es más entretenido ir
haciendo cortes en el tiempo, se crea mayor suspenso también. Vas
leyendo una carta y después la acción, y por ahí pensás, “qué carta
seguirá después”, se va creando otro ritmo.
CDE
En las novelas epistolares, una de las cosas más difíciles es pasar información y que quede creíble.
NH
La carta verosímil es la que maneja un montón de implícitos.
Es una exigencia del género. Cuando uno pone información es porque
cumple una función interna. Siempre es así. Al principio pensé en poner
al principio de cada carta “Hola Matilde ¿Cómo estás?…” Por ahí en una
carta real lo podés hacer pero en una literaria no, porque resulta
redundante.
CDE
¿Cómo escribir una carta de una jovencita de los años 70 y que varias décadas después parezca creíble?
NH
Yo
me pregunté mucho eso. No sé. No podría decírtelo. Es un artificio tan
grande, que para que sea parecido a lo real tiene que ser muy
artificioso. Es la única forma. Me preguntaba cómo podría ser, pero esa
chica no hubiese escrito eso en esa época. Es algo tan ficticio, que
tiene que parecer real. Siempre doy libros a mis lectores cautivos, es
decir, mi familia. Mi marido sólo lee lo de adultos, y mis hijos leen
los de adultos y los de chicos y adolescentes. Esa novela también la
leyeron mis amigas. A todos les preguntaba: “¿Qué te parece la carta,
te la crees?” “Sí”, me decían. Había una preocupación mía por ver como
sonaba.
CDE
En la escritura ficcional del mail, ¿se te propone otra problemática?
NH
Sí. Por ejemplo, en El misterio de la casa verde ,
me planteé cosas muy básicas. El personaje es un nene de 11 años.
¿Cómo escribe un nene un mail? Y me fijé en un libro de Pescetti, y él
lo escribe como lo escriben los chicos, el “que” con “k”… Yo pensé:
“eso no me sale a mí”. Si yo escribo un mail lo corrijo, hasta un
mensaje de texto. No largo ni siquiera la “q”, escribo todo completo,
comas, acentos… Y aparte no me gusta, porque es un libro. Entonces
pensé en hacer una escritura común. Simple. Es un nene que escribe y se
cuenta cosas con otro nene. Incluso en el momento lo hablé con Antonio
Santa Ana, el editor que estaba en Norma. Me dijo que no le diera bola
al asunto, que lo hiciera como a mí me saliera. Como nunca lo había
hecho, pensé que quizás había una forma de hacerlo pre-establecida, o
que los chicos se identificaban con un tipo de dialogo. Entonces fue
una escritura común. Si lo analizás, nadie habla así, uno habla de otra
manera. Hablamos repitiendo 20 veces las mismas palabras… Pero si lo
ponés en una novela es aburrido. Me pasó con otra novela, La tercera puerta,
en donde hay un pibe que estuvo preso, y ahora se está reivindicando.
Son tres protagonistas. La chica, el primo, y este que el amigo del
primo. Hay muchos diálogos entre ellos dos, y en ese momento se usaba el
“loco” y el “boludo”. Intenté usarlo, viste que los chicos lo usan
todo el tiempo; “che boludo, ¿Cómo estás boludo?”. Pero es muy
aburrido, no lo podés escribir así. Lo podés usar una vez, pero después
ya aburre a cualquiera. Y con el “loco” pasaba lo mismo, y con el
“chabón”. Entonces busqué una forma que pareciera así, muy coloquial,
por ahí aparece un “chabón”, pero que no canse. Yo me guío por mí, si a
mí me cansa, pienso que al lector le va a cansar. Tenés que trabajar
un montón, por más que sea coloquial o por simple que parezca, es un
artificio. Así como estos diálogos, la carta es un artificio. A
propósito de esto, me acordé de algo que siempre me gustó. De cuando
era chica, 9, 10, 11 años. Las revistas femeninas de antes, Para ti y Vosotras. En la casa de mi papá estaba la Para ti, porque trabajaba en la editorial Atlántida. Y en la casa de mi abuela compraban Vosotras.
Yo leía todo y en esa época, existía el llamado correo sentimental.
Eran todas mujeres pidiendo consejos de amor y esas cosas, y las
respuestas eran de los editores, y yo me creía todo. Después pasaron
años y conocí a una mujer que escribía esos correos sentimentales, y me
dijo que las cartas eran inventadas, sólo de vez en cuando llegaba una
carta de verdad. Esas cartas, que desde el vamos son mentira, me
fascinan. Estuve pensando una novelas sobre eso. Lo que aun no resolví
es como hacer el correo sentimental para esta época. Yo hace mucho
compré una revista de cocina, que hay una sección de correo
sentimental. Me propuse ir a un kiosco para ver si había algo… Tenía
muchas ganas de hacer eso. Estaba pensando algo que tenga que ver con
un crimen y un policial, que esté relacionado con eso.
CDE
¿Qué recuerda del proceso de escritura de Octubre, un crimen, en la cual también la trama se deriva de una carta?
NH
Allí pensé, otra vez, en el lado del misterio, en la
posibilidad de encontrar, como en tantas películas, una carta en un
baúl o en un libro. Ella encuentra una carta en el vestido. Por la
época, porque pensé en la década del 50, yo tenía un vestido que era
así, con volados. Aparte lo tengo muy grabado, porque era un vestido de
fiesta, me lo había hecho mi mamá para salir. Recuerdo que cuando
llegó el momento de que mi prima menor heredara ese vestido, yo lo
escondí. No quería que se lo dieran, era especial, era mío. Tenía un
ramito de flores artificiales en la cinta. Cuando mi mamá lo encontró,
me pregunto por qué. “Porque es mío”, le respondí. Tuve que ceder, pero
le arranqué el ramito de flores. Me conformé con eso, todavía lo tengo
guardado. Ese vestido me quedó muy grabado y lo puse en la novela. A
lo mejor lo tenía tan presente que se me ocurrió meter la carta en el
dobladillo, no sé por qué.
CDE
¿Y
en el proceso de la escritura no te cuestionaste en que el lector
podría pensar en un suicidio y eso es un tabú en el canon escolar?
NH
No, nunca lo pensé, porque en realidad no se sabe lo que
pasa. Podría ser que estaba tan dopada que se cayó por la ventana, no
se sabe, quedó ahí. Nunca lo pensé ni me lo dijeron siquiera. Lo único
que me cuestionan es que no vaya nadie preso. Entonces tengo que
explicar que hay muchos tipos de justicia, para mandar a alguien preso
por un crimen que se cometió hace tanto tiempo, en la realidad esas
cosas se dan o no se dan. Vamos a suponer que todo lo que pasó en el
libro es cierto. ¿Quién se podría a investigar qué le pasó a ese
hombre, si no hay descendientes ni nada? Les explico que tiene que
haber médicos que hagan un certificado de defunción, etc. Hay otras
maneras de justicia, que las cosas se sepan.
CDE
Un aspecto muy interesante de la novela es cómo se justifica la investigación del crimen en Octubre, un crimen. La protagonista dice: “sentí que la carta me la habían escrito a mí”.
NH
Es que me lo preguntaba a medida que escribía. ¿Es creíble
que la nena haga todo eso? Pero es más importante el aspecto de la
carta que necesita ser respondida, es parte del género. Interesantes
las cartas, más de lo que yo creía.
