Martin Scorsese
Estados Unidos, Columbia Pictures, 1976
Un ejercicio posible sería poner las cuatro cartas que aparecen en la película en serie y quitarle todo lo demás al relato para ver qué historia queda. La primera y segunda de las cartas la escribe Travis a sus padres y le dice que él está bien y que espera que ellos también estén bien, que los saluda por el cumpleaños de mamá y el día del padre, que no les puede dar la dirección de su casa porque trabaja en el servicio secreto del gobierno, que tiene un novia para enorgullecerse que se llama Betsy. También les dice, en la segunda carta, que espera que nadie haya muerto. La tercera es la que le escribe a la pequeña prostituta Iris y le deja el dinero para que pueda hacer el viaje deseado porque será él, al tiempo que lea esa carta, que ya habrá muerto. Aún no se sabe lo que le espera al raro de Travis y, por ende, al film. Aunque, por qué negarlo, ya empieza a vislumbrarse en su carrera armamentística que derivará fatalmente en un dionisíaco desenlace. La última carta es la de los padres de Iris, que le dicen lo que le dicen.
Las cuatro cartas nos llevan a otra historia, a un Travis con todos los patitos en hilera y con un proyecto de vida consolidado que, en todo caso, se rubricará en la justicia sagrada.
No es así, no es verdad lo que se dice en las cartas. Acá y siempre las cartas mienten y de ellas nunca hay que fiarse.
Travis es más bien un solitario e inadaptado sujeto que maneja sin sentido un taxi durante toda la noche en la mugrienta Nueva York. Sentado ahí, a través del parabrisas, va planeando su solución a todos los males y escribe en su diario: “Aquí tienen a un hombre que no pudo tolerarlo más.”
(M. N.)
Título original: Taxi Driver
Dirección: Martin Scorsese
Guión: Paul Schrader
Fotografía: Michael Chapman
Montaje: Tom Rolf, Melvin Shapiro
Música: Bernard Herrmann
Intérpretes: Robert De Niro, Cybill Shepherd, Jodie Foster, Peter Boyle, Albert Brooks, Harvey Keitel
Origen: Estados Unidos (1976)
Duración: 113 minutos
Idioma: Inglés
