México, Fondo de Cultura Económica, 1995.

Por María Laura Migliarino

Luego de la lectura de Zoom, la idea de que los libros de imágenes sin texto pertenecen al mundo de la primera infancia cae por su propio peso. Zoom es uno de esos casos paradigmáticos ya que su clasificación dentro de un género, un estilo, se torna una empresa con vastas dificultades. Como primera aproximación se puede decir que es una historia cuya imagen es el motor del relato; un cuento para adultos que, incluso, puede ser apreciado por un niño de siete años. Un libro en donde, como se dice, las  imágenes valen más que mil palabras.

El artista rumano y creador de este cuento, Istvan Banyai, utiliza el recurso de la cámara fotográfica para describirnos una historia que se inicia con la cresta de un gallo y culmina con el planeta tierra. Cada vuelta de página implica una progresión en el relato que va del detalle mínimo, del primerísimo primer plano, pasando por una sucesión de planos intermedios, hasta llegar a un plano general donde se pierde todo tipo de detalle. Zoom es un claro ejemplo de arte secuencial ya que cada página es una viñeta que completa la  historia a medida que se avanza de una a otra. En Zoom nada es lo que pareciera ser.

En este libro, y en palabras de Roland Barthes, el gesto del operator, el fotógrafo, el artista, consiste en sorprender a alguien (por el pequeño agujero de la cámara), revelar lo que tan bien escondido estaba que hasta el propio actor lo ignoraba o no tenía conciencia de ello. 

En este juego sin fin, donde una imagen se encuentra inmersa dentro de otra, aparece, promediando el libro, la imagen de una estampilla que, pasando la hoja, luego se observa pegada a un sobre con destino a Arizona. Nada se dice de la carta que contiene ese sobre pero el mismo sirve como pivote para darle fuerza al último tramo del texto, el puntapié que permitirá al lector culminar el viaje hasta alejarse completamente de la tierra. En este libro la carta reviste su doble función histórica: dentro del relato, como medio de comunicación; por fuera de él, como exposición ficcional de lo que en un principio fue una experiencia individual y privada. Pero en el tratamiento de la misiva hay algo más. Lo novedoso, lo llamativo, es la representación de una carta que si bien es esencial para el desarrollo de la historia jamás conoceremos su contenido.

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