Febr 19 – 1959
Elba:
Los primeros párrafos de tu carta consiguieron aguzar mis siempre despiertas ganas de viajar. Me hablas de Necochea y de la paz que se respira en tus sierras y lo cierto es que me revuelvo en la impotencia en esta prisión forzosa y voluntaria que padezco con auténtico amor.
Mi padre continúa más o menos igual, sin que se vislumbre una mejoría. Se pasa las horas en la cama y en la silla de ruedas, y hay que estar en torno de él, continuamente, para asistirlo y hacerle menos angustiosa su invalidez.
Mis amigos han ido y algunos están todavía de vacaciones. Yo los envidio. Es la primera vez en muchos años que no comparto sus viajes, puesto que siempre he sido materia dispuesta tratándose de partir. Añoro la playa, en donde tenderme en la arena, de espaldas, significaba para mí un placer finísimo, algo muy sutil. Era como palpar la felicidad, verla realmente de cerca.
Si las cosas lo hubieran hecho factible, acaso este año hubiera viajado a Montevideo -donde ya fui dos veces-. porque de esta ciudad guardo gratos recuerdos; porque en ella me divertí como pocas veces lo hice.
Un compañero de oficina me propuso ir a Slata; Smaleo, uno de los muchachos de que ya te hablé, me dijo que le hubiera gustado conocer Bariloche conmigo.
A todos les dije «no». Este verano se limita a unos bañitos en la pileta del club los días sábados, y eso siempre de que en casa combinemos esa posibilidad.
Pero para mí me guardo la firme proposición de hacer un paseo «monstruo» apenas superemos esta dolorosa situación que sobrellevamos. Ojalá mi padre mejore. No pido que se cure totalmente; pido que se mejore, que le permita asistirse a sí mismo , aun con ayuda de algunos elementos ortopédicos. La enfermedad no debiera ser tan cruel, ya que es una enfermedad humana.
Entonces sí me tomaré el desquite. ¿Querrás entonces acompañarme a China? (En realidad creo que en última instancia no querrás acompañarme.)
Muy interesantes tus experiencias en el salón de bailes. No conocía el punto de vista femenino respecto de los casos que cuentas, por eso me pareció importante tu explicación.
Coincido contigo y con el señor ese que dijo que era estúpido concurrir a ese sitio si no era para participar del baile. Eso es cierto, pero no es del todo excluyente.
Depende de los salones de baile, ya que hay algunos en los que el baile en sí mismo no reviste mayor importancia. (Se debe considerar que la mayoría de las personas que asisten a estos lugares -digamos el 80%- no lo hacen por el placer de girar un rato al compás de cierta música. No creo en el placer de bailar por bailar, sino en el placer de bailar por la posibilidad que ofrece de relacionarse con una persona del sexo opuesto.) Considerando ésto bien puede uno asistir a un lugar así, para relacionarse con una persona del sexo opuesto sin saber bailar! Es decir, sin aparentar el motivo, que sirve de pantalla a la verdadera intención.
Yo, en toda mi vida, habré ido a tres o cuatro salones de baile. Uno de ellos en Mar del Plata. Se llamaba «Jazz» y estaba en un 8° piso. Era un sitio tan oscuro que no se veían la pareja. Uno se imaginaba que estaban bailando porque de pronto los cuerpos interrumpían el paso de unas luces rojas que indicaban la salida.
Otra vez fuí a un asalto. Un «asalto» es un baile en una casa particular. Resultó sumamente aburrido porque los hombres superaban a las mujeres en una proporción de 5 a 1. El que pescaba una chica, la patentaba.
Nunca me divertí en un baile. Además, las mujeres que van a los bailes «no son mi tipo,» por lo tanto adopto -pese a que he tratado de evitarlo- una posición de reticencia, de desprecio hacia las mujeres que hacen de «eso» un menester trascendente o una diversión cabal. Igualmente opino de las muchachos que son «habitués» de las pistas de baile y que los sábados a la noche se pasan 30 minutos controlándose el jopo y refinándose el bigote. ¿Son inferiores, no te parece?
Naturalmente que no creo lo mismo de quienes van a bailar porque las circunstancias del momento resultan propicias. Esos no me merecen ninguna crítica.
Me gustaría que me explicaras porqué tú crees que yo no consideraría buena la noticia de un casamiento (y en este caso, el de tu amiga Chicha).
La verdad es que yo solamente no consideraría buena la noticia de MI casamiento. Concepto éste que estimo variaré conforme se deslice mi vida.
Cuando leía en tu carta lo que dices sobre los líos de celos que arman con toda premeditación y alevosía los novios modernos, me acordaba de un amigo… Le dice tantas mentiras a su novia que pienso que debe anotarlas para no «pisarse» al día siguiente. ¿Y por qué? Porque ella le pone trompita si él le dice que se va un rato a jugar al billar con los muchachos.
Como ella se enoja si le dice la verdad, entonces él le miente. Pero ella sabe que él le miente… aunque lo considera mejor; lo considera un signo de respeto hacia su amor. La conciencia de la mentira le proporciona a ella una felicidad enfermiza, morbosa, algo que acabará alguna vez degenerando en desgracia.
Es una irresponsabilidad, sobre todo en aquellos que se quieren realmente.
Terminé de leer «Espartaco», de Howard Fast. Pese a que el final me defraudó, considero que está a la altura de «Mis gloriosos hermanos.» «Espartaco» es quizá el libro más lírico de Fast. Con el tiempo se ha ido achatando haciéndose mas periodístico, aun cuando su potencia ideológica, su fervor y su honradez literaria permanecen incólumes. Es un libro de 10 puntos, como pocos que yo haya leído.
Muy buenos tus recortes. Soy un convencido que la prensa del interior es mucho mejor que la prensa grande de la capital. Aquella está menos atada a intereses foráneos y por lo tanto puede permitirse el lujo de acercarse a la verdad.
Aquí no hubo un solo diario que condenase la reglamentación del artículo 28, pese a que todos saben perfectamente cuánto repudio merece por parte del estudiantado y pueblo en general.
Creo que pronto volverán a flamear en nuestras playas las banderas de Risieri y de Alfredo Palacios, dispuestas a impedir el advenimiento del dogma al recinto de la universidad (Como dice «Propósitos», ahora tendremos médicos parteros que creerán haber traído bebés con espíritu santo, e ingenieros que estiman que un puente resistirá «si Dios quiere.»)
Transmítele mis saludos al Muchachito Estudiante y a sus amigos, que ya han aportado su cuota en pro de mi vanidad (que espero no se manifieste más de lo aceptable).
Con todo afecto
Norberto