De Norberto a Estimada Elba – [Ciudad de Buenos Aires] 15 de noviembre de 1959

Imagínate que tratando el amor (nada menos!) es imposible sentar una posición definitiva.
No vamos a discutir si es el 90%, si es el 50% o si es el 82%. Tampoco quiero discutir cuánto hay de sentimiento y cuánto de necesidad fisiológica en la relación “ocasional” que se suscita entre el hombre y la mujer. (Apetencia esta última que tú pareces desconocer -y es asi nomás porque la naturaleza femenina les brinda una ayudita-, ya que tu pretendes que en la atracción sexual, en el acto mismo, el corazón juegue su rol melodramático.) Y es por eso, precisamente, porque me rijo por ideas razonables y concretas, porque no arriesgo mi alma en un beso, que estoy a salvo de los “motines a bordo” y no me pierdo (tengo 27 años) en el laberinto de las pasiones.

De Norberto a Elba – [Ciudad de Buenos Aires] 6 de noviembre de 1959

Personalmente, tú ya lo sabes, me identifico mejor con la muchacha de tierra adentro que con la muy sofisticada de Corrientes y Esmeralda. En suma, no he querido rebajar a las provincianas, sino decir lo siguiente: que el medio ambiente las torna hurañas, falsamente concentradas, asidas a viejas fórmulas, a caducos y viejos regímenes morales. No es que ellas sean asi, como tampoco la mujer de la ciudad es tan sofisticada cuando está en su casa, a solas.

De Norberto a Elba – [Ciudad de Buenos Aires] 1 de septiembre de 1959

Creo que lo reconocería tranquilamente si mi padre no hubiese sido tan bueno, tan amigo mío, tan equilibrado como lo fué siempre. (El médico me había hablado del egoísmo que despertaría su postración y de la acritud que iría ganándolo, pero él no hizo jamás un reproche ni tampoco evidenció nunca el menor asomo de cólera. Yo lo oí llorar algunas noches y se aplastaba contra la almohada para no despertarme.)
La última noche me pidió que lo incorporase un poco y que le frotase la espalda. Apenas fuerzas, sin decir palabra, y así nos quedamos un rato.
Murió a las 6 de la tarde del 20 de agosto. Allí se terminó todo, aunque mi ni mi madre ni yo estemos aún convencidos de ello.